miércoles, 31 de julio de 2013
Jr 3, 11-15 Vuelve, apóstata Israel
11 El Señor me
dijo: La apóstata Israel se ha mostrado más justa que la traidora Judá. 12 Ve
entonces a gritar estas palabras hacia el Norte: ¡Vuelve, apóstata Israel
–oráculo del Señor– y no te mostraré un rostro severo, porque yo soy
misericordioso –oráculo del Señor– y no guardo rencor para siempre. 13 Pero
reconoce tu culpa, porque te has rebelado contra el Señor, tu Dios, y has
prodigado tus favores a los extranjeros, bajo todo árbol frondoso: ¡ustedes no
han escuchado mi voz! –oráculo del Señor–. 14 ¡Vuelvan, hijos apóstatas
–oráculo del Señor– porque yo soy el dueño de ustedes! Yo los tomaré, a uno de
una ciudad y a dos de una familia, y los conduciré a Sión. 15 Después les daré
pastores según mi corazón, que los apacentarán con ciencia y prudencia.
(C.I.C 441) Hijo de
Dios, en el Antiguo Testamento, es un título dado a los ángeles (cf. Dt 32,
8; Jb 1, 6), al pueblo elegido (cf. Ex 4, 22;Os 11, 1; Jr 3, 19; Si 36, 11; Sb
18, 13), a los hijos de Israel (cf. Dt 14, 1; Os 2, 1) y a sus reyes (cf. 2S 7,
14; Sal 82, 6). Significa entonces una filiación adoptiva que establece entre
Dios y su criatura unas relaciones de una intimidad particular. Cuando el
Rey-Mesías prometido es llamado "hijo de Dios" (cf. 1Cro 17, 13; Sal
2, 7), no implica necesariamente, según el sentido literal de esos textos, que
sea más que humano. Los que designaron así a Jesús en cuanto Mesías de Israel
(cf. Mt 27, 54), quizá no quisieron decir nada más (cf. Lc 23, 47).
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