lunes, 1 de julio de 2013
Is 44, 18-20 Ellos no saben ni comprenden
18 Ellos no saben
ni comprenden, porque tienen tan tapados los ojos y el corazón, que no pueden
ver ni entender. 19 Ninguno reflexiona, ni tiene conocimiento e inteligencia,
para pensar: «Quemé la mitad al fuego, hice cocer el pan sobre las brasas, asé
la carne y la comí, y con el resto, haré una Abominación: ¡Voy a adorar un
tronco de árbol!». 20 ¡El se alimenta de ceniza, su corazón engañado lo
extravía! Ya no puede librarse ni decir: «¿No es una mentira lo que tengo en mi
mano?».
(C.I.C 2113) La idolatría no se refiere sólo a los cultos
falsos del paganismo. Es una tentación constante de la fe. Consiste en
divinizar lo que no es Dios. Hay idolatría desde el momento en que el hombre
honra y reverencia a una criatura en lugar de Dios. Trátese de dioses o de
demonios (por ejemplo, el satanismo), de poder, de placer, de la raza, de los
antepasados, del Estado, del dinero, etc. ‘No podéis servir a Dios y al
dinero’, dice Jesús (Mt 6, 24). Numerosos mártires han muerto por no adorar a
‘la Bestia’ (Cf. Ap 13-14), negándose incluso a simular su culto. La idolatría
rechaza el único Señorío de Dios; es, por tanto, incompatible con la comunión
divina divina (Cf. Ga 5, 20; Ef 5, 5).
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