viernes, 19 de julio de 2013
Is 55, 1-3 Yo haré con ustedes una alianza eterna
1 ¡Vengan a tomar
agua, todos los sedientos, y el que no tenga dinero, venga también! Coman
gratuitamente su ración de trigo, y sin pagar, tomen vino y leche. 2 ¿Por qué
gastan dinero en algo que no alimenta y sus ganancias, en algo que no sacia?
Háganme caso, y comerán buena comida, se deleitarán con sabrosos manjares. 3
Presten atención y vengan a mí, escuchen bien y vivirán. Yo haré con ustedes
una alianza eterna, obra de mi inquebrantable amor a David.
(C.I.C 694) El
agua. El simbolismo del agua es significativo de la acción del Espíritu
Santo en el Bautismo, ya que, después de la invocación del Espíritu Santo, ésta
se convierte en el signo sacramental eficaz del nuevo nacimiento: del mismo
modo que la gestación de nuestro primer nacimiento se hace en el agua, así el
agua bautismal significa realmente que nuestro nacimiento a la vida divina se
nos da en el Espíritu Santo. Pero "bautizados […] en un solo
Espíritu", también "hemos bebido de un solo Espíritu"(1Co 12,
13): el Espíritu es, pues, también personalmente el Agua viva que brota de
Cristo crucificado (cf. Jn 19, 34; 1Jn 5, 8) como de su manantial y que en
nosotros brota en vida eterna (cf. Jn 4, 10-14; 7, 38; Ex 17, 1-6; Is 55, 1; Za
14, 8; 1Co 10, 4; Ap 21, 6; 22, 17).
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