sábado, 6 de julio de 2013
Is 49, 1-6 «Tú eres mi Servidor, Israel, por ti yo me glorificaré»
1 ¡Escúchenme,
costas lejanas, presten atención, pueblos remotos! El Señor me llamó desde el
seno materno, desde el vientre de mi madre pronunció mi nombre. 2 El hizo de mi
boca una espada afilada, me ocultó a la sombra de su mano; hizo de mí una
flecha punzante, me escondió en su aljaba. 3 El me dijo: «Tú eres mi Servidor,
Israel, por ti yo me glorificaré». 4 Pero yo dije: «En vano me fatigué, para
nada, inútilmente, he gastado mi fuerza». Sin embargo, mi derecho está junto al
Señor y mi retribución, junto a mi Dios. 5 Y ahora, ha hablado el Señor, el que
me formó desde el seno materno para que yo sea su Servidor, para hacer que
Jacob vuelva a él y se le reúna Israel. Yo soy valioso a los ojos del Señor y
mi Dios ha sido mi fortaleza. 6 El dice: «Es demasiado poco que seas mi
Servidor para restaurar a las tribus de Jacob y hacer volver a los
sobrevivientes de Israel; yo te destino a ser la luz de las naciones, para que
llegue mi salvación hasta los confines de la tierra».
C.I.C 713) Los rasgos del Mesías se revelan sobre todo en
los Cantos del Siervo (cf. Is 42, 1-9; cf. Mt 12, 18-21; Jn 1, 32-34; y también
Is 49, 1-6; cf. Mt 3, 17; Lc 2, 32, y por último Is 50, 4-10 y 52, 13-53, 12).
Estos cantos anuncian el sentido de la Pasión de Jesús, e indican así cómo
enviará el Espíritu Santo para vivificar a la multitud: no desde fuera, sino
desposándose con nuestra "condición de esclavos" (Flp 2, 7). Tomando
sobre sí nuestra muerte, puede comunicarnos su propio Espíritu de vida.
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