sábado, 20 de julio de 2013
Is 58, 6-7 Compartir tu pan con el hambriento y albergar a los pobres
6 Este es el ayuno
que yo amo –oráculo del Señor–: soltar las cadenas injustas, desatar los lazos
del yugo, dejar en libertad a los oprimidos y romper todos los yugos; 7
compartir tu pan con el hambriento y albergar a los pobres sin techo; cubrir al
que veas desnudo y no despreocuparte de tu propia carne.
(C.I.C 2447) Las obras
de misericordia son acciones caritativas mediante las cuales socorremos a
nuestro prójimo en sus necesidades corporales y espirituales (cf. Is 58, 6-7;
Hb 13, 3). Instruir, aconsejar, consolar, confortar, son obras espirituales de
misericordia, como también lo son perdonar y sufrir con paciencia. Las obras de
misericordia corporales consisten especialmente en dar de comer al hambriento,
dar techo a quien no lo tiene, vestir al desnudo, visitar a los enfermos y a
los presos, enterrar a los muertos (cf. Mt 25,31-46). Entre estas obras, la
limosna hecha a los pobres (cf. Tb 4, 5-11; Si 17, 22) es uno de los
principales testimonios de la caridad fraterna; es también una práctica de
justicia que agrada a Dios (cf. Mt 6, 2-4): “El que tenga dos túnicas que las
reparta con el que no tiene; el que tenga para comer que haga lo mismo” (Lc 3,
11). “Dad más bien en limosna lo que tenéis, y así todas las cosas serán puras
para vosotros” (Lc 11, 41). “Si un hermano o una hermana están desnudos y
carecen del sustento diario, y alguno de vosotros les dice: ‘Id en paz,
calentaos o hartaos’, pero no les dais lo necesario para el cuerpo, ¿de qué
sirve?” (St 2, 15-16; cf Jn 3, 17).
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