domingo, 21 de julio de 2013
Is 61, 1-2 El espíritu del Señor está sobre mí
1 El espíritu del
Señor está sobre mí, porque el Señor me ha ungido. El me envió a llevar la
buena noticia a los pobres, a vender los corazones heridos, a proclamar la
liberación a los cautivos y la libertad a los prisioneros, 2 a proclamar un año
de gracia del Señor, un día de venganza para nuestro Dios; a consolar a todos
los que están de duelo.
(C.I.C 714) Por eso Cristo inaugura el anuncio de la Buena
Nueva haciendo suyo este pasaje de Isaías (Lc 4, 18-19; cf. Is 61, 1-2): “El
Espíritu del Señor está sobre mí,
porque me ha ungido. Me ha enviado a anunciar a los pobres la Buena
Nueva, a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para
dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor”. (C.I.C
436) Cristo viene de la traducción
griega del término hebreo "Mesías" que quiere decir
"ungido". No pasa a ser nombre propio de Jesús sino porque Él cumple
perfectamente la misión divina que esa palabra significa. En efecto, en Israel
eran ungidos en el nombre de Dios los que le eran consagrados para una misión
que habían recibido de Él. Este era el caso de
los reyes (cf. 1S 9, 16; 10, 1; 16, 1. 12-13; 1R 1, 39), de los sacerdotes (cf.
Ex 29, 7; Lv 8, 12) y, excepcionalmente, de los profetas (cf. 1R 19, 16). Este
debía ser por excelencia el caso del Mesías que Dios enviaría para instaurar
definitivamente su Reino (cf. Sal 2, 2; Hch 4, 26-27). El Mesías debía ser
ungido por el Espíritu del Señor (cf. Is 11, 2) a la vez como rey y sacerdote
(cf. Za 4, 14; 6, 13) pero también como profeta (cf. Is 61, 1; Lc 4, 16-21).
Jesús cumplió la esperanza mesiánica de Israel en su triple función de
sacerdote, profeta y rey.
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