martes, 30 de julio de 2013
Jr 3, 4-10 ¿Has visto lo que hizo la apóstata Israel?
4 Y aún ahora me
gritas: «¡Padre mío! ¡Tú eres el amigo de mi juventud! 5 ¿Acaso él guardará
rencor eternamente? ¿Mantendrá su ira para siempre?». ¡Tú hablas así y haces el
mal a más no poder! 6 El Señor me dijo en los días del rey Josías: ¿Has visto
lo que hizo la apóstata Israel? Se ha ido a toda montaña elevada y bajo todo
árbol frondoso, para prostituirse allí. 7 Yo pensaba: Después de hacer todo
esto, ella volverá otra vez a mí. ¡Pero no ha vuelto! Su hermana, la traidora
Judá, ha visto esto: 8 ella vio que, por todos los adulterios había cometido la
apóstata Israel, yo la había repudiado y le había dado el acta de divorcio,
Pero la traidora Judá, su hermana, no sintió ningún temor, sino que fue y
también ella se prostituyó. 9 Así, con su frívola prostitución profanó el país,
cometiendo el adulterio con la piedra y la madera. 10 A pesar de todo esto, su
hermana, la traidora Judá, no volvió a mí de todo corazón, sino sólo
engañosamente –oráculo del Señor–.
(C.I.C 370) Dios no es, en modo
alguno, a imagen del hombre. No es ni hombre ni mujer. Dios es espíritu puro,
en el cual no hay lugar para la diferencia de sexos. Pero las
"perfecciones" del hombre y de la mujer reflejan algo de la infinita
perfección de Dios: las de una madre (cf. Is 49,14-15; 66,13; Sal 131,2-3) y
las de un padre y esposo (cf. Os 11,1-4; Jr 3,4-19).
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