miércoles, 10 de julio de 2013
Is 50, 5-10 El Señor abrió mi oído y yo no me resistí ni me volví atrás
5 El Señor abrió
mi oído y yo no me resistí ni me volví atrás. 6 Ofrecí mi espalda a los que
golpeaban y mis mejillas, a los que me arrancaban la barba; no retiré mi rostro
cuando me ultrajaban y escupían. 7 Pero el Señor viene en mi ayuda: por eso, no
quedé confundido; por eso, endurecí mi rostro como el pedernal, y sé muy bien
que no seré defraudado. 8 Está cerca el que me hace justicia: ¿quién me va a
procesar? ¡Comparezcamos todos juntos! ¿Quién será mi adversario en el juicio?
¡Que se acerque hasta mí! 9 Sí, el Señor viene en mi ayuda: ¿quién me va a
condenar? Todos ellos se gastarán como un vestido, se los comerá la polilla. 10
¿Quién entre ustedes teme al Señor y escucha la voz de su Servidor? Aunque
camine en las tinieblas, sin un rayo de luz, que confíe en el nombre del Señor
y se apoye en su Dios.
(C.I.C 713) Los rasgos del Mesías se revelan sobre
todo en los Cantos del Siervo (cf. Is 42, 1-9; cf. Mt 12, 18-21; Jn 1, 32-34; y
también Is 49, 1-6; cf. Mt 3, 17; Lc 2, 32, y por último Is 50, 4-10 y 52,
13-53, 12). Estos cantos anuncian el sentido de la Pasión de Jesús, e indican
así cómo enviará el Espíritu Santo para vivificar a la multitud: no desde
fuera, sino desposándose con nuestra "condición de esclavos" (Flp 2,
7). Tomando sobre sí nuestra muerte, puede comunicarnos su propio Espíritu de
vida.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario