martes, 23 de julio de 2013
Is 62, 4-5 Porque el Señor pone en ti su deleite
4 No te dirán más
«¡Abandonada!», sino que te llamarán «Mi deleite», y a tu tierra «Desposada».
Porque el Señor pone en ti su deleite y tu tierra tendrá un esposo. 5 Como un
joven se casa con una virgen, así te desposará el que te reconstruye; y como la
esposa es la alegría de su esposo, así serás tú la alegría de tu Dios.
(C.I.C 1611) Contemplando la
Alianza de Dios con Israel bajo la imagen de un amor conyugal exclusivo y fiel
(cf. Os 1-3; Is 54.62; Jr 2-3; 31; Ez 16;23), los profetas fueron preparando la
conciencia del Pueblo elegido para una comprensión más profunda de la unidad y
de la indisolubilidad del matrimonio (cf. Mal 2,13-17). Los libros de Rut y de
Tobías dan testimonios conmovedores del sentido hondo del matrimonio, de la
fidelidad y de la ternura de los esposos. La Tradición ha visto siempre en el
Cantar de los Cantares una expresión única del amor humano, en cuanto que éste
es reflejo del amor de Dios, amor "fuerte como la muerte" que
"las grandes aguas no pueden anegar" (Ct 8,6-7). (C.I.C 219) El amor de Dios a Israel es comparado al amor de un
padre a su hijo (Os 11,1). Este amor es más fuerte que el amor de una madre a
sus hijos (cf. Is 49,14-15). Dios ama a su Pueblo más que un esposo a su amada
(Is 62,4-5); este amor vencerá incluso las peores infidelidades (cf. Ez 16; Os
11); llegará hasta el don más precioso: "Tanto amó Dios al mundo que dio a
su Hijo único" (Jn 3,16).
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