miércoles, 17 de julio de 2013
Is 53, 12 Por eso le daré una parte entre los grandes
12 Por eso le daré una parte entre los grandes y él
repartirá el botín junto con los poderosos. Porque expuso su vida a la muerte y
fue contado entre los culpables, siendo así que llevaba el pecado de muchos e
intercedía en favor de los culpables.
(C.I.C 601) Este designio divino de salvación a través de la
muerte del "Siervo, el Justo" (Cf. Is 53, 11; Hch 3, 14) había sido
anunciado antes en la Escritura como un misterio de redención universal, es decir,
de rescate que libera a los hombres de la esclavitud del pecado (cf. Is 53,
11-12; Jn 8, 34-36). San Pablo profesa en una confesión de fe que asegura haber
"recibido" (1Co 15, 3) que "Cristo ha muerto por nuestros
pecados según las Escrituras"
(1Co 15, 3: cf. también Hch 3, 18; 7, 52; 13, 29; 26, 22-23). La muerte
redentora de Jesús cumple, en particular, la profecía del Siervo doliente (cf.
Is 53, 7-8; Hch 8, 32-35). Jesús mismo presentó el sentido de su vida y de su
muerte a la luz del Siervo doliente (cf. Mt 20, 28). Después de su Resurrección
dio esta interpretación de las Escrituras a los discípulos de Emaús (cf. Lc 24,
25-27), luego a los propios apóstoles (cf. Lc 24, 44-45). (C.I.C 713) Los rasgos del Mesías se revelan
sobre todo en los Cantos del Siervo (cf. Is 42, 1-9; cf. Mt 12, 18-21; Jn 1,
32-34; y también Is 49, 1-6; cf. Mt 3, 17; Lc 2, 32, y por último Is 50, 4-10 y
52, 13-53, 12). Estos cantos anuncian el sentido de la Pasión de Jesús, e
indican así cómo enviará el Espíritu Santo para vivificar a la multitud: no
desde fuera, sino desposándose con nuestra "condición de esclavos"
(Flp 2, 7). Tomando sobre sí nuestra muerte, puede comunicarnos su propio
Espíritu de vida.
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