lunes, 8 de diciembre de 2008
Jn 8, 12-20 Yo soy la luz del mundo
(Jn 8, 12-20) Yo soy la luz del mundo
[12] Jesús les dirigió una vez más la palabra, diciendo: «Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la Vida». [13] Los fariseos le dijeron: «Tú das testimonio de ti mismo: tu testimonio no vale». [14] Jesús les respondió: «Aunque yo doy testimonio de mí, mi testimonio vale porque sé de dónde vine y a dónde voy; pero ustedes no saben de dónde vengo ni a dónde voy. [15] Ustedes juzgan según la carne; yo no juzgo a nadie, [16] y si lo hago, mi juicio vale porque no soy yo solo el que juzga, sino yo y el Padre que me envió. [17] En la Ley de ustedes está escrito que el testimonio de dos personas es válido. [18] Yo doy testimonio de mí mismo, y también el Padre que me envió da testimonio de mí». [19] Ellos le preguntaron: «¿Dónde está tu Padre?». Jesús respondió: «Ustedes no me conocen ni a mí ni a mi Padre; si me conocieran a mí, conocerían también a mi Padre». [20] Él pronunció estas palabras en la sala del Tesoro, cuando enseñaba en el Templo. Y nadie lo detuvo, porque aún no había llegado su hora.
(C.I.C 2465) El Antiguo Testamento lo proclama: Dios es fuente de toda verdad. Su Palabra es verdad (cf. Pr 8, 7; 2S 7, 28). Su ley es verdad (cf. Sal 119, 142). ‘Tu verdad, de edad en edad’ (Sal 119, 90; Lc 1, 50). Puesto que Dios es el ‘Veraz’ (Rm 3, 4), los miembros de su pueblo son llamados a vivir en la verdad (cf. Sal 119, 30). (C.I.C 2466) En Jesucristo la verdad de Dios se manifestó en plenitud. ‘Lleno de gracia y de verdad’ (cf. Jn 1, 14), él es la ‘luz del mundo’ (Jn 8, 12), la Verdad (cf. Jn 14, 6). El que cree en él, no permanece en las tinieblas (cf. Jn 12, 46). El discípulo de Jesús, ‘permanece en su palabra’, para conocer ‘la verdad que hace libre’ (cf. Jn 8, 31-32) y que santifica (cf. Jn 17, 17). Seguir a Jesús es vivir del ‘Espíritu de verdad’ (cf. Jn 14, 17) que el Padre envía en su nombre (cf. Jn 14, 26) y que conduce ‘a la verdad completa’ (Jn 16, 13). Jesús enseña a sus discípulos el amor incondicional de la verdad: ‘Sea vuestro lenguaje: «sí, sí»; «no, no»’ (Mt 5, 37).
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