lunes, 22 de diciembre de 2008

Jn 11, 5-16 Lázaro ha muerto

(Jn 11, 5-16) Lázaro ha muerto
[5] Jesús quería mucho a Marta, a su hermana y a Lázaro. [6] Sin embargo, cuando oyó que este se encontraba enfermo, se quedó dos días más en el lugar donde estaba. [7] Después dijo a sus discípulos: «Volvamos a Judea». [8] Los discípulos le dijeron: «Maestro, hace poco los judíos querían apedrearte, ¿y quieres volver allá?». [9] Jesús les respondió:«¿Acaso no son doce las horas del día? El que camina de día no tropieza, porque ve la luz de este mundo; [10] en cambio, el que camina de noche tropieza, porque la luz no está en él». [11] Después agregó: «Nuestro amigo Lázaro duerme, pero yo voy a despertarlo». [12] Sus discípulos le dijeron: «Señor, si duerme, se curará». [13] Ellos pensaban que hablaba del sueño, pero Jesús se refería a la muerte. [14] Entonces les dijo abiertamente: «Lázaro ha muerto, [15] y me alegro por ustedes de no haber estado allí, a fin de que crean. Vayamos a verlo». [16] Tomás, llamado el Mellizo, dijo a los otros discípulos: «Vayamos también nosotros a morir con él».
(C.I.C 557) "Como se iban cumpliendo los días de su asunción, él se afirmó en su voluntad de ir a Jerusalén" (Lc 9, 51; cf. Jn 13, 1). Por esta decisión, manifestaba que subía a Jerusalén dispuesto a morir. En tres ocasiones había repetido el anuncio de su Pasión y de su Resurrección (cf. Mc 8, 31-33; 9, 31-32; 10, 32-34). Al dirigirse a Jerusalén dice: "No cabe que un profeta perezca fuera de Jerusalén" (Lc 13, 33). (C.I.C 990) El término "carne" designa al hombre en su condición de debilidad y de mortalidad (cf. Gn 6, 3; Sal 56, 5; Is 40, 6). La "resurrección de la carne" significa que, después de la muerte, no habrá solamente vida del alma inmortal, sino que también nuestros "cuerpos mortales" (Rm 8, 11) volverán a tener vida. (C.I.C 989) Creemos firmemente, y así lo esperamos, que del mismo modo que Cristo ha resucitado verdaderamente de entre los muertos, y que vive para siempre, igualmente los justos después de su muerte vivirán para siempre con Cristo resucitado y que El los resucitará en el último día (cf. Jn 6, 39-40). Como la suya, nuestra resurrección será obra de la Santísima Trinidad: “Si el Espíritu de Aquél que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, Aquél que resucitó a Jesús de entre los muertos dará también la vida a vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que habita en vosotros” (Rm 8, 11; cf. 1Ts 4, 14; 1Co 6, 14; 2Co 4, 14; Flp 3, 10-11).

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