miércoles, 17 de diciembre de 2008
Jn 10, 7-9 El que entra por mí se salvará
(Jn 10, 7-9) El que entra por mí se salvará
[7] Entonces Jesús prosiguió: «Les aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. [8] Todos aquellos que han venido antes de mí son ladrones y asaltantes, pero las ovejas no los han escuchado. [9] Yo soy la puerta. El que entra por mí se (Jn 10, 7-9) El que entra por mí se salvará; podrá entrar y salir, y encontrará su alimento.
(C.I.C 2609) Decidido así el corazón a convertirse, aprende a orar en la fe. La fe es una adhesión filial a Dios, más allá de lo que nosotros sentimos y comprendemos. Se ha hecho posible porque el Hijo amado nos abre el acceso al Padre. Puede pedirnos que "busquemos" y que "llamemos" porque El es la puerta y el camino (cf.Mt 7, 7-11. 13-14). (C.I.C 543) Todos los hombres están llamados a entrar en el Reino. Anunciado en primer lugar a los hijos de Israel (cf. Mt 10, 5-7), este reino mesiánico está destinado a acoger a los hombres de todas las naciones (cf. Mt 8, 11; 28, 19). Para entrar en él, es necesario acoger la palabra de Jesús: “La palabra de Dios se compara a una semilla sembrada en el campo: los que escuchan con fe y se unen al pequeño rebaño de Cristo han acogido el Reino; después la semilla, por sí misma, germina y crece hasta el tiempo de la siega” (Lumen Gentium 5). (C.I.C 1575) Fue Cristo quien eligió a los Apóstoles y les hizo partícipes de su misión y su autoridad. Elevado a la derecha del Padre, no abandona a su rebaño, sino que lo guarda por medio de los Apóstoles bajo su constante protección y lo dirige también mediante estos mismos pastores que continúan hoy su obra (Prefacio de Apóstoles I: Misal Romano). Por tanto, es Cristo "quien da" a unos el ser Apóstoles, a otros pastores (cf. Ef 4,11). Sigue actuando por medio de los obispos (Lumen gentium, 21).
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