domingo, 7 de diciembre de 2008
Jn 8, 1-4 Mujer sorprendida en flagrante adulterio
Juan 8
(Jn 8, 1-4) Mujer sorprendida en flagrante adulterio[1] Jesús fue al monte de los Olivos. [2] Al amanecer volvió al Templo, y todo el pueblo acudía a él. Entonces se sentó y comenzó a enseñarles. [3] Los escribas y los fariseos le trajeron a una mujer que había sido sorprendida en adulterio y, poniéndola en medio de todos, [4] dijeron a Jesús: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio.
(C.I.C 2400) El adulterio y el divorcio, la poligamia y la unión libre son ofensas graves a la dignidad del matrimonio. (C.I.C 2380) El adulterio. Esta palabra designa la infidelidad conyugal. Cuando un hombre y una mujer, de los cuales al menos uno está casado, establecen una relación sexual, aunque ocasional, cometen un adulterio. Cristo condena incluso el deseo del adulterio (cf. Mt 5, 27-28). El sexto mandamiento y el Nuevo Testamento prohíben absolutamente el adulterio (cf. Mt 5, 32; 19, 6; Mc 10, 11; 1Co 6, 9-10). Los profetas denuncian su gravedad; ven en el adulterio la imagen del pecado de idolatría (cf. Os 2, 7; Jr 5, 7; 13, 27). (C.I.C 2381) El adulterio es una injusticia. El que lo comete falta a sus compromisos. Lesiona el signo de la Alianza que es el vínculo matrimonial. Quebranta el derecho del otro cónyuge y atenta contra la institución del matrimonio, violando el contrato que le da origen. Compromete el bien de la generación humana y de los hijos, que necesitan la unión estable de los padres. (C.I.C 2384) El divorcio es una ofensa grave a la ley natural. Pretende romper el contrato, aceptado libremente por los esposos, de vivir juntos hasta la muerte. El divorcio atenta contra la Alianza de salvación de la cual el matrimonio sacramental es un signo. El hecho de contraer una nueva unión, aunque reconocida por la ley civil, aumenta la gravedad de la ruptura: el cónyuge casado de nuevo se halla entonces en situación de adulterio público y permanente: “No es lícito al varón, una vez separado de su esposa, tomar otra; ni a una mujer repudiada por su marido, ser tomada por otro come esposa”. (San Basilio Magno, Moralia, regula 73: PG 31, 852). (C.I.C 1625) Los protagonistas de la alianza matrimonial son un hombre y una mujer bautizados, libres para contraer el matrimonio y que expresan libremente su consentimiento. "Ser libre" quiere decir: — no obrar por coacción; — no estar impedido por una ley natural o eclesiástica. (C.I.C 1626) La Iglesia considera el intercambio de los consentimientos entre los esposos como el elemento indispensable "que hace el matrimonio" (CIC canon 1057, § 1). Si el consentimiento falta, no hay matrimonio.
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