martes, 23 de diciembre de 2008
Jn 11, 28-31 «El Maestro está aquí y te llama»
(Jn 11, 28-31) «El Maestro está aquí y te llama»
[28] Después fue a llamar a María, su hermana, y le dijo en voz baja: «El Maestro está aquí y te llama». [29] Al oír esto, ella se levantó rápidamente y fue a su encuentro. [30] Jesús no había llegado todavía al pueblo, sino que estaba en el mismo sitio donde Marta lo había encontrado. [31] Los judíos que estaban en la casa consolando a María, al ver que esta se levantaba de repente y salía, la siguieron, pensando que iba al sepulcro para llorar allí.
(C.I.C 992) La resurrección de los muertos fue revelada progresivamente por Dios a su Pueblo. La esperanza en la resurrección corporal de los muertos se impuso como una consecuencia intrínseca de la fe en un Dios creador del hombre todo entero, alma y cuerpo. El creador del cielo y de la tierra es también Aquél que mantiene fielmente su Alianza con Abraham y su descendencia. En esta doble perspectiva comienza a expresarse la fe en la resurrección. En sus pruebas, los mártires Macabeos confiesan: “El Rey del mundo a nosotros que morimos por sus leyes, nos resucitará a una vida eterna (2M 7, 9). Es preferible morir a manos de los hombres con la esperanza que Dios otorga de ser resucitados de nuevo por él (2M 7, 14. 29; Dn 12, 1-13). (C.I.C 993) Los fariseos (cf. Hch 23, 6) y muchos contemporáneos del Señor (cf. Jn 11, 24) esperaban la resurrección. Jesús la enseña firmemente. A los saduceos que la niegan responde: "Vosotros no conocéis ni las Escrituras ni el poder de Dios, vosotros estáis en el error" (Mc 12, 24). La fe en la resurrección descansa en la fe en Dios que "no es un Dios de muertos sino de vivos" (Mc 12, 27).
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