lunes, 22 de diciembre de 2008

Jn 11, 17-23 Jesús le dijo: «Tu hermano resucitará»

(Jn 11, 17-23) Jesús le dijo: «Tu hermano resucitará»
[17] Cuando Jesús llegó, se encontró con que Lázaro estaba sepultado desde hacía cuatro días. [18] Betania distaba de Jerusalén sólo unos tres kilómetros. [19] Muchos judíos habían ido a consolar a Marta y a María, por la muerte de su hermano. [20] Al enterarse de que Jesús llegaba, Marta salió a su encuentro, mientras María permanecía en la casa. [21] Marta dijo a Jesús: «Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. [22] Pero yo sé que aun ahora, Dios te concederá todo lo que le pidas». [23] Jesús le dijo: «Tu hermano resucitará».
(C.I.C 988) El Credo cristiano –profesión de nuestra fe en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, y en su acción creadora, salvadora y santificadora– culmina en la proclamación de la resurrección de los muertos al fin de los tiempos, y en la vida eterna. (C.I.C 2279) Aunque la muerte se considere inminente, los cuidados ordinarios debidos a una persona enferma no pueden ser legítimamente interrumpidos. El uso de analgésicos para aliviar los sufrimientos del moribundo, incluso con riesgo de abreviar sus días, puede ser moralmente conforme a la dignidad humana si la muerte no es pretendida, ni como fin ni como medio, sino solamente prevista y tolerada como inevitable. Los cuidados paliativos constituyen una forma privilegiada de la caridad desinteresada. Por esta razón deben ser alentados. (C.I.C 2278) La interrupción de tratamientos médicos onerosos, peligrosos, extraordinarios o desproporcionados a los resultados puede ser legítima. Interrumpir estos tratamientos es rechazar el ‘encarnizamiento terapéutico’. Con esto no se pretende provocar la muerte; se acepta no poder impedirla. Las decisiones deben ser tomadas por el paciente, si para ello tiene competencia y capacidad o si no por los que tienen los derechos legales, respetando siempre la voluntad razonable y los intereses legítimos del paciente.

No hay comentarios: