jueves, 24 de agosto de 2017
Comentario CIC al YouCat Pregunta n. 185.
(Respuesta YouCat) Al igual que celebramos anualmente el
cumpleaños o el aniversario de boda, así también la liturgia celebra en el
ritmo del año los principales acontecimientos cristianos de la salvación. No
obstante, con una diferencia decisiva: todo el tiempo es tiempo de Dios. Los
«recuerdos» del mensaje y de la vida de Jesús son al mismo tiempo encuentros
con el Dios vivo.
Reflecciones y
puntos a profundizar (Comentario CIC) (C.I.C 1194) La Iglesia, "en el círculo del año desarrolla
todo el Misterio de Cristo, desde la Encarnación y la Navidad hasta la
Ascensión, Pentecostés y la expectativa de la dichosa esperanza y venida del
Señor" (Sacrosanctum Concilium,
102).
Para meditar
(Comentario YouCat) El
filósofo danés Sóren Kierkegaard dijo en una ocasión: «0 somos contemporáneos
de Jesús o podemos dejarlo estar». El acompañamiento creyente del año litúrgico
nos convierte verdaderamente en contemporáneos de Jesús. No porque nosotros nos
imaginemos estar o podamos vivir exactamente en su tiempo y en su vida, sino
porque él, si le hacemos espacio de este modo, entra en mi tiempo y en mi vida,
con su presencia que sana y perdona, con la potencia de su Resurrección.
(Comentario CIC) (C.I.C
1165) Cuando la Iglesia celebra el Misterio de
Cristo, hay una palabra que jalona su oración: ¡Hoy!, como eco de la oración que le enseñó su Señor (Mt 6,11) y de
la llamada del Espíritu Santo (Hb 3,7-4,11; Sal 95,8). Este "hoy" del
Dios vivo al que el hombre está llamado a entrar, es la "Hora" de la
Pascua de Jesús que atraviesa y guía toda la historia: “La vida se ha extendido
sobre todos los seres y todos están llenos de una amplia luz: el Oriente de los
orientes invade el universo, y el que existía "antes del lucero de la
mañana" y antes de todos los astros, inmortal e inmenso, el gran Cristo
brilla sobre todos los seres más que el sol. Por eso, para nosotros que creemos
en él, se instaura un día de luz, largo, eterno, que no se extingue: la Pascua
mística” (Psuedo-Hipólito Romano, In
Sanctum Pascha, 1, 1-2: PG 59, 755).
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