sábado, 15 de julio de 2017
Comentario CIC al YouCat Pregunta n. 162.
(Respuesta YouCat) No es Dios quien condena a los
hombres. Es el mismo hombre quien rechaza el amor misericordioso de Dios y
renuncia voluntariamente a la vida (eterna), excluyéndose de la comunión con
Dios.
Reflecciones y
puntos a profundizar (Comentario
CIC) (C.I.C 1033) Salvo que elijamos libremente amarle no podemos estar
unidos con Dios. Pero no podemos amar a Dios si pecamos gravemente contra Él,
contra nuestro prójimo o contra nosotros mismos: "Quien no ama permanece
en la muerte. Todo el que aborrece a su hermano es un asesino; y sabéis que
ningún asesino tiene vida eterna permanente en él" (1Jn 3, 15). Nuestro
Señor nos advierte que estaremos separados de Él si omitimos socorrer las
necesidades graves de los pobres y de los pequeños que son sus hermanos (cf. Mt
25, 31-46). Morir en pecado mortal sin estar arrepentido ni acoger el amor
misericordioso de Dios, significa permanecer separados de Él para siempre por
nuestra propia y libre elección. Este estado de autoexclusión definitiva de la
comunión con Dios y con los bienaventurados es lo que se designa con la palabra
"infierno".
Para meditar
(Comentario YouCat) Dios
desea la comunión incluso con el último de los pecadores; quiere que todos se
conviertan y se salven. Pero Dios ha hecho al hombre libre y respeta sus decisiones.
Ni siquiera Dios puede obligar a amar. Como amante es «impotente» ante alguien
que elige el infierno en lugar del cielo.
(Comentario CIC) (C.I.C
1861) El pecado mortal es una posibilidad radical de
la libertad humana como lo es también el amor. Entraña la pérdida de la caridad
y la privación de la gracia santificante, es decir, del estado de gracia. Si no
es rescatado por el arrepentimiento y el perdón de Dios, causa la exclusión del
Reino de Cristo y la muerte eterna del infierno; de modo que nuestra libertad
tiene poder de hacer elecciones para siempre, sin retorno. Sin embargo, aunque
podamos juzgar que un acto es en sí una falta grave, el juicio sobre las
personas debemos confiarlo a la justicia y a la misericordia de Dios.
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