martes, 4 de julio de 2017
Comentario CIC al YouCat Pregunta n. 155.
(Respuesta YouCat – repeticion) Cristo nos sale al
encuentro y nos conduce a la vida eterna. «No me recogerá la muerte, sino Dios»
(santa Teresa del Niño Jesús).
Reflecciones y
puntos a profundizar (Comentario CIC) (C.I.C 1009) La muerte fue transformada por Cristo.
Jesús, el Hijo de Dios, sufrió también la muerte, propia de la condición h
umana. Pero, a pesar de su angustia frente a ella (cf. Mc 14, 33-34; Hb 5,
7-8), la asumió en un acto de sometimiento total y libre a la voluntad del
Padre.La obediencia de Jesús transformó la maldición de la muerte en bendición
(cf. Rm 5, 19-21). (C.I.C 1010) Gracias a
Cristo, la muerte cristiana tiene un sentido positivo. "Para mí, la vida
es Cristo y morir una ganancia" (Flp 1, 21). "Es cierta esta
afirmación: si hemos muerto con él, también viviremos con él" (2Tm 2, 11).
La novedad esencial de la muerte cristiana está ahí: por el Bautismo, el
cristiano está ya sacramentalmente "muerto con Cristo", para vivir
una vida nueva; y si morimos en la gracia de Cristo, la muerte física consuma
este "morir con Cristo" y perfecciona así nuestra incorporación a Él
en su acto redentor: “Para mí es mejor morir en (eis) Cristo Jesús que reinar de un extremo a otro de la tierra. Lo
busco a Él, que ha muerto por nosotros; lo quiero a Él, que ha resucitado por
nosotros. Mi parto se aproxima [...] Dejadme recibir la luz pura; cuando yo
llegue allí, seré un hombre” (San Ignacio de Antioquía, Epistula ad Romanos 6, 1-2).
Para meditar
(Comentario YouCat) Contemplando
la pasión y la muerte de Jesús incluso la muerte puede ser más llevadera. En un
acto de confianza y de amor al Padre podemos decir «sí», como hizo Jesús en el
Huerto de los Olivos. Esta actitud se denomina «sacrificio espiritual». El que
muere se une con el sacrificio de Cristo en la cruz. Quien muere así, confiando
en Dios y en paz con los hombres, es decir, sin pecado grave, está en el camino
de la comunión con Cristo resucitado. Cuando morimos, no caemos más que hasta
las manos de Dios. Quien muere no viaja a la nada, sino que regresa al hogar
del amor del Dios que le ha creado.
(Comentario CIC) (C.I.C 1011) En
la muerte Dios llama al hombre hacia sí. Por eso, el cristiano puede
experimentar hacia la muerte un deseo semejante al de San Pablo: "Deseo
partir y estar con Cristo" (Flp 1, 23); y puede transformar su propia
muerte en un acto de obediencia y de amor hacia el Padre, a ejemplo de Cristo
(cf. Lc 23, 46): “Mi deseo terreno ha sido crucificado; [...] hay en mí un agua
viva que murmura y que dice desde dentro de mí "Ven al Padre" (San
Ignacio de Antioquía, Epistula ad
Romanos, 7, 2). “Yo quiero ver a
Dios y para verlo es necesario morir” (Santa Teresa de Jesús, Poesia 7). “Yo no
muero, entro en la vida” (Santa Teresa del Niño Jesús, Lettre, 9 junio 1897).
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