miércoles, 5 de julio de 2017
Comentario CIC al YouCat Pregunta n. 155.
(Respuesta YouCat – repeticion) Cristo nos sale al
encuentro y nos conduce a la vida eterna. «No me recogerá la muerte, sino Dios»
(santa Teresa del Niño Jesús).
Reflecciones y
puntos a profundizar (Comentario CIC) (C.I.C 1012) La visión
cristiana de la muerte (cf. 1Ts 4, 13-14) se expresa de modo privilegiado en la
liturgia de la Iglesia: “La vida de los que en ti creemos, Señor, no termina,
se transforma; y, al deshacerse nuestra morada terrenal, adquirimos una mansión
eterna en el cielo” (Prefacio de
difuntos, Misal Romano). (C.I.C 1013) La
muerte es el fin de la peregrinación terrena del hombre, del tiempo de gracia y
de misericordia que Dios le ofrece para realizar su vida terrena según el
designio divino y para decidir su último destino. Cuando ha tenido fin "el
único curso de nuestra vida terrena" (Lumen
gentium, 48), ya no volveremos a otras vidas terrenas. "Está
establecido que los hombres mueran una sola vez" (Hb 9, 27). No hay
"reencarnación" después de la muerte.
Para meditar
(Comentario YouCat) Contemplando
la pasión y la muerte de Jesús incluso la muerte puede ser más llevadera. En un
acto de confianza y de amor al Padre podemos decir «sí», como hizo Jesús en el
Huerto de los Olivos. Esta actitud se denomina «sacrificio espiritual». El que
muere se une con el sacrificio de Cristo en la cruz. Quien muere así, confiando
en Dios y en paz con los hombres, es decir, sin pecado grave, está en el camino
de la comunión con Cristo resucitado. Cuando morimos, no caemos más que hasta
las manos de Dios. Quien muere no viaja a la nada, sino que regresa al hogar
del amor del Dios que le ha creado.
(Comentario CIC) (C.I.C 1019)
Jesús, el Hijo de Dios, sufrió libremente la muerte por nosotros en una
sumisión total y libre a la voluntad de Dios, su Padre. Por su muerte venció a
la muerte, abriendo así a todos los hombres la posibilidad de la salvación. (C.I.C
1014) La Iglesia nos anima a prepararnos para la hora
de nuestra muerte ("De la muerte repentina e imprevista, líbranos
Señor": Letanías de los santos), a pedir a la Madre de Dios que interceda
por nosotros "en la hora de nuestra muerte" (Avemaría), y a
confiarnos a San José, patrono de la buena muerte: “Habrías de ordenarte en
toda cosa como si luego hubieses de morir. Si tuvieses buena conciencia no
temerías mucho la muerte. Mejor sería huir de los pecados que de la muerte. Si
hoy no estás aparejado, ¿cómo lo estarás mañana?” (De imitatione Christi 1, 23, 5-8). “Y por la hermana muerte, ¡loado
mi Señor! Ningún viviente escapa de su persecución; ¡ay si en pecado grave
sorprende al pecador! ¡Dichosos los que cumplen la voluntad de Dios”! (San
Francisco de Asís, Canticum Fratris Solis).
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario