viernes, 14 de julio de 2017
Comentario CIC al YouCat Pregunta n. 161.
(Respuesta YouCa – repeticion) El infierno es el estado
de la separación eterna de Dios, la ausencia absoluta de amor.
Reflecciones y
puntos a profundizar (Comentario CIC) (C.I.C 1036) Las
afirmaciones de la Escritura y las enseñanzas de la Iglesia a propósito del infierno
son un llamamiento a la responsabilidad
con la que el hombre debe usar de su libertad en relación con su destino
eterno. Constituyen al mismo tiempo un llamamiento
apremiante a la conversión: "Entrad por la puerta estrecha; porque
ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos
los que entran por ella; mas ¡qué estrecha la puerta y qué angosto el camino
que lleva a la Vida!; y pocos son los que la encuentran" (Mt 7, 13-14):
“Como no sabemos ni el día ni la hora, es necesario, según el consejo del
Señor, estar continuamente en vela. Para que así, terminada la única carrera
que es nuestra vida en la tierra, merezcamos entrar con El en la boda y ser
contados entre los santos y no nos manden ir, como siervos malos y perezosos,
al fuego eterno, a las tinieblas exteriores, donde ‘habrá llanto y rechinar de
dientes’” (Lumen gentium, 48).
Para meditar
(Comentario YouCat) Quien
muere conscientemente y por propia voluntad en pecado mortal, sin arrepentirse
y rechazando para siempre el amor misericordioso y lleno de perdón, se excluye
a sí mismo de la comunión con Dios y con los bienaventurados. Si hay alguien
que en el momento de la muerte pueda de hecho mirar al amor absoluto a la cara
y seguir diciendo no, no lo sabemos. Pero nuestra libertad hace posible esta
decisión. Jesús nos alerta constantemente del riesgo de separarnos
definitivamente de él, cuando nos cerramos a la necesidad desús hermanos y
hermanas: «Apartaos de mí, malditos [...] lo que no hicisteis con uno de éstos,
los más pequeños, tampoco lo hicisteis conmigo» (Mt 25,41.45)
(Comentario CIC) (C.I.C
1821) Podemos, por tanto, esperar la gloria del cielo
prometida por Dios a los que le aman (Cf. Rm 8, 28-30) y hacen su voluntad (Cf.
Mt 7, 21). En toda circunstancia, cada uno debe esperar, con la gracia de Dios,
‘perseverar hasta el fin’ (Cf. Mt 10, 22; Concilio de Trento: DS 1541) y
obtener el gozo del cielo, como eterna recompensa de Dios por las obras buenas
realizadas con la gracia de Cristo. En la esperanza, la Iglesia implora que
‘todos los hombres […] se salven’ (1Tm 2, 4). Espera estar en la gloria del
cielo unida a Cristo, su esposo: “Espera, espera, que no sabes cuándo vendrá el
día ni la hora. Vela con cuidado, que todo se pasa con brevedad, aunque tu deseo
hace lo cierto dudoso, y el tiempo breve largo. Mira que mientras más peleares,
más mostrarás el amor que tienes a tu Dios y más te gozarás con tu Amado con
gozo y deleite que no puede tener fin. (Santa Teresa de Jesús, Exclamaciones del alma a Dios, 15, 3).
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