lunes, 16 de enero de 2017
Comentario CIC al YouCat Pregunta n. 113.
(Respuesta YouCat – repeticion) Creer en el
Espíritu Santo es adorarle como Dios igual que al Padre y al Hijo. Quiere decir
creer que el Espíritu Santo viene a nuestro corazón para que como hijos de Dios
conozcamos a nuestro Padre del cielo. Movidos por el Espíritu Santo podemos
cambiar la faz de la tierra.
Reflecciones
y puntos a profundizar (Comentario CIC) (C.I.C
684a) El Espíritu Santo con su gracia es el "primero" que nos
despierta en la fe y nos inicia en la vida nueva que es: "que te conozcan
a ti, el único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo" (Jn 17, 3). No
obstante, es el "último" en la revelación de las personas de la
Santísima Trinidad. San Gregorio Nacianceno, "el Teólogo", explica
esta progresión por medio de la pedagogía de la "condescendencia"
divina: “El Antiguo Testamento proclamaba muy claramente al Padre, y más
obscuramente al Hijo. El Nuevo Testamento revela al Hijo y hace entrever la
divinidad del Espíritu. Ahora el Espíritu tiene derecho de ciudadanía entre
nosotros y nos da una visión más clara de sí mismo.
Para
meditar
(Comentario
YouCat) Antes de su muerte Jesús había prometido
a sus discípulos enviarles «otro Paráclito» (Jn 14,16), cuando ya no estuviera
con ellos. Cuando después se derramó el Espíritu Santo sobre los discípulos de
la Iglesia primitiva, entendieron lo que Jesús había querido decir.
Experimentaron una seguridad profunda y la alegría de la fe y recibieron
determinados carismas; es decir, podían profetizar, sanar y hacer milagros.
Hasta hoy existen personas en la Iglesia que tienen estos dones y estas
experiencias.
(Comentario
CIC) (C.I.C 684b) En efecto, no era prudente, cuando
todavía no se confesaba la divinidad del Padre, proclamar abiertamente la del Hijo
y, cuando la divinidad del Hijo no era aún admitida, añadir el Espíritu Santo
como un fardo suplementario si empleamos una expresión un poco atrevida... Así
por avances y progresos "de gloria en gloria", es como la luz de la
Trinidad estalla en resplandores cada vez más espléndidos” (San Gregorio
Nacianceno, Oratio 31 (Theologica 5),
26: PG 36, 161-164).
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