jueves, 27 de junio de 2013
Is 43, 1-7 Yo soy el Señor, tu Dios, el Santo de Israel, tu salvador
1 Y ahora, así
habla el Señor, el que te creó, Jacob, el que te formó, Israel: No temas,
porque yo te he redimido, te he llamado por tu nombre, tú me perteneces. 2 Si
cruzas por las aguas, yo estaré contigo, y los ríos no te anegarán; si caminas
por el fuego, no te quemarás, y las llamas no te brasarán. 3 Porque yo soy el
Señor, tu Dios, el Santo de Israel, tu salvador. Yo entregué a Egipto parta tu
rescate, a Cus y a Sebá a cambio de ti. 4 Porque tú eres de gran precio a mis
ojos, porque eres valioso, y yo te amo, entrego hombres a cambio de ti y
pueblos a cambio de tu vida 5 No temas, porque yo estoy contigo: traeré a tu
descendencia desde Oriente y te reuniré desde Occidente. 6 Yo diré al Norte:
«¡Dámelo!», y al Sur: «¡No lo retengas, trae a mis hijos desde lejos y a mis
hijas desde el extremo de la tierra: 7 a todos los que son llamados con mi
Nombre, a los que he creado para mi gloria, a los que yo mismo hice y formé!».
(C.I.C 2167) Dios llama a cada uno por su nombre (Cf.. Is
43, 1). (C.I.C 2158) Dios llama a cada uno por su nombre (Cf. Is 43, 1; Jn 10,
3). El nombre de todo hombre es sagrado. El nombre es la imagen de la persona.
Exige respeto en señal de la dignidad del que lo lleva. (C.I.C 287) La verdad en la creación es tan importante para toda
la vida humana que Dios, en su ternura, quiso revelar a su pueblo todo lo que
es saludable conocer a este respecto. Más allá del conocimiento natural que
todo hombre puede tener del Creador (cf. Hch 17,24-29; Rom 1,19-20), Dios
reveló progresivamente a Israel el misterio de la creación. El que eligió a los
patriarcas, el que hizo salir a Israel de Egipto y que, al escoger a Israel, lo
creó y formó (cf. Is 43,1), se revela como aquel a quien pertenecen todos los
pueblos de la tierra y la tierra entera, como el único Dios que "hizo el
cielo y la tierra" (Sal 115,15; 124,8; 134,3). (C.I.C 218) A lo largo de su historia, Israel pudo descubrir que
Dios sólo tenía una razón para revelársele y escogerlo entre todos los pueblos
como pueblo suyo: su amor gratuito (cf. Dt 4,37; 7,8; 10,15). E Israel
comprendió, gracias a sus profetas, que también por amor Dios no cesó de
salvarlo (cf. Is 43,1-7) y de perdonarle su infidelidad y sus pecados (cf. Os
2).
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