miércoles, 19 de junio de 2013
Is 38, 1-5 He oído tu súplica, he visto tus lágrimas
1 En aquellos
días, Ezequías cayó gravemente enfermo. El profeta Isaías, hijo de Amós, fue a
verlo y le dijo: «Así habla el Señor: Ordena los asuntos de tu casa, porque vas
a morir. Ya no vivirás más». 2 Ezequías volvió su rostro hacia al pared y oró
al Señor. 3 diciendo: «¡Ah, Señor! Recuerda que yo he caminado delante de ti
con fidelidad e integridad de corazón, y que hice lo que es bueno a tus ojos».
Y Ezequías se deshizo en llanto. 4 Entonces la palabra del Señor llegó a Isaías
en estos términos: 5 «Ve a decir a Ezequías: Así habla el Señor, el Dios de tu
padre David: He oído tu súplica, he visto tus lágrimas. Yo añadiré otros quince
años a tu vida;
(C.I.C 1502) El hombre del
Antiguo Testamento vive la enfermedad de cara a Dios. Ante Dios se lamenta por
su enfermedad (cf. Sal 38) y de Él, que es el Señor de la vida y de la muerte,
implora la curación (cf. Sal 6,3; Is 38). La enfermedad se convierte en camino
de conversión (cf. Sal 38,5; 39,9.12) y el perdón de Dios inaugura la curación
(cf. Sal 32,5; 107,20; Mc 2,5-12). Israel experimenta que la enfermedad, de una
manera misteriosa, se vincula al pecado y al mal; y que la fidelidad a Dios,
según su Ley, devuelve la vida: "Yo, el Señor, soy el que te sana"
(Ex 15,26). El profeta entrevé que el sufrimiento puede tener también un
sentido redentor por los pecados de los demás (cf. Is 53,11). Finalmente,
Isaías anuncia que Dios hará venir un tiempo para Sión en que perdonará toda
falta y curará toda enfermedad (cf. Is 33,24).
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