viernes, 14 de junio de 2013
Is 11, 3-4 El no juzgará según las apariencias
3 –y lo inspirará
el temor del Señor–. El no juzgará según las apariencias ni decidirá por lo que
oiga decir: 4 juzgará con justicia a los débiles y decidirá con rectitud para
los pobres de país; herirá al violento con la vara de su boca y con el soplo de
sus labios hará morir al malvado.
(C.I.C 672) Cristo afirmó antes de su Ascensión que aún no
era la hora del establecimiento glorioso del Reino mesiánico esperado por
Israel (cf. Hch 1, 6-7) que, según los profetas (cf. Is 11, 1-9), debía traer a
todos los hombres el orden definitivo de la justicia, del amor y de la paz. El
tiempo presente, según el Señor, es el tiempo del Espíritu y del testimonio
(cf. Hch 1, 8), pero es también un tiempo marcado todavía por la
"tribulación" (1Co 7, 26) y la prueba del mal (cf. Ef 5, 16) que
afecta también a la Iglesia(cf. 1P 4, 17) e inaugura los combates de los
últimos días (1Jn 2, 18; 4, 3; 1Tm 4, 1). Es un tiempo de espera y de vigilia
(cf. Mt 25, 1-13; Mc 13, 33-37).
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