miércoles, 26 de junio de 2013
Is 42, 6 Yo, el Señor, te llamé en la justicia
6 Yo, el Señor, te llamé en la justicia, te sostuve de
la mano, te formé y te destiné a ser la alianza del pueblo, la luz de las naciones,
(C.I.C 581) Jesús fue considerado por los Judíos y sus jefes
espirituales como un "rabbi" (cf. Jn 11, 28; 3, 2; Mt 22, 23-24,
34-36). Con frecuencia argumentó en el marco de la interpretación rabínica de
la Ley (cf. Mt 12, 5; 9, 12; Mc 2, 23-27; Lc 6, 6-9; Jn 7, 22-23). Pero al
mismo tiempo, Jesús no podía menos que chocar con los doctores de la Ley porque
no se contentaba con proponer su interpretación entre los suyos, sino que
"enseñaba como quien tiene autoridad y no como sus escribas" (Mt 7,
29). La misma Palabra de Dios, que resonó en el Sinaí para dar a Moisés la Ley
escrita, es la que en él se hace oír de nuevo en el Monte de las
Bienaventuranzas (cf. Mt 5, 1). Esa palabra no revoca la Ley sino que la
perfecciona aportando de modo divino su interpretación definitiva: "Habéis
oído también que se dijo a los antepasados [...] pero yo os digo" (Mt 5,
33-34). Con esta misma autoridad divina, desaprueba ciertas "tradiciones
humanas" (cf. Mc 7, 8) de los fariseos que "anulan la Palabra de
Dios" (cf. Mc 7, 13).
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario