lunes, 24 de junio de 2013
Is 42, 1 Este es mi elegido en quien se complace mi alma
1 Este es mi Servidor, a quien yo sostengo, mi elegido,
en quien se complace mi alma. Yo he puesto mi espíritu sobre él para que lleve
el derecho a las naciones.
(C.I.C 536) El bautismo de Jesús es, por su parte, la
aceptación y la inauguración de su misión de Siervo doliente. Se deja contar
entre los pecadores (cf. Is 53, 12); es ya "el Cordero de Dios que quita
el pecado del mundo" (Jn 1, 29); anticipa ya el "bautismo" de su
muerte sangrienta (cf. Mc 10, 38; Lc 12, 50). Viene ya a "cumplir toda
justicia" (Mt 3, 15), es decir, se somete enteramente a la voluntad de su
Padre: por amor acepta el bautismo de muerte para la remisión de nuestros
pecados (cf. Mt 26, 39). A esta aceptación responde la voz del Padre que pone
toda su complacencia en su Hijo (cf. Lc 3, 22; Is 42, 1). El Espíritu que Jesús
posee en plenitud desde su concepción viene a "posarse" sobre él (Jn
1, 32-33; cf. Is 11, 2). De él manará este Espíritu para toda la humanidad. En
su bautismo, "se abrieron los cielos" (Mt 3, 16) que el pecado de
Adán había cerrado; y las aguas fueron santificadas por el descenso de Jesús y
del Espíritu como preludio de la nueva creación.
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