lunes, 6 de mayo de 2013

Sb 13, 6-10 Maldito el ídolo hecho por manos humanas



(Sb 13, 6-10) Maldito el ídolo hecho por manos humanas

6 Así, en el principio, mientras perecían los gigantes orgullosos, la esperanza del mundo se refugió en una débil embarcación, que, dirigida por tu mano, dejó al futuro el germen de nuevas generaciones. 7 Bendita la madera convertida en instrumento de justicia, 8 pero maldito el ídolo hecho por manos humanas, tanto él como su autor: este por haberlo fabricado y aquel porque, siendo corruptible, fue llamado dios. 9 Porque Dios detesta igualmente al impío y su impiedad, 10 y el objeto fabricado será castigado junto con su autor.
 (C.I.C 2112) El primer mandamiento condena el politeísmo. Exige al hombre no creer en otros dioses que el Dios verdadero. Y no venerar otras divinidades que al único Dios. La Escritura recuerda constantemente este rechazo de los ‘ídolos, oro y plata, obra de las manos de los hombres’, que ‘tienen boca y no hablan, ojos y no ven’. Estos ídolos vanos hacen vano al que les da culto: ‘Como ellos serán los que los hacen, cuantos en ellos ponen su confianza’ (Sal 115, 4-5. 8; cf. Is 44, 9-20; Jr 10, 1-16; Dn 14, 1-30; Ba 6; Sb 13, 1-15. 19). Dios, por el contrario, es el ‘Dios vivo’ (Jos 3, 10; Sal 42, 3, etc.), que da vida e interviene en la historia. (C.I.C 2129) El mandamiento divino implicaba la prohibición de toda representación de Dios por mano del hombre. El Deuteronomio lo explica así: ‘Puesto que no visteis figura alguna el día en que el Señor os habló en el Horeb de en medio del fuego, no vayáis a prevaricar y os hagáis alguna escultura de cualquier representación que sea...’ (Dt 4, 15-16). Quien se revela a Israel es el Dios absolutamente Trascendente. ‘Él lo es todo’, pero al mismo tiempo ‘está por encima de todas sus obras’ (Si 43, 27- 28). Es la fuente de toda belleza creada (Sb 13, 3).  

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