martes, 8 de enero de 2013
Sal 8, 6 lo coronaste de gloria y esplendor
6 Lo hiciste poco inferior a los ángeles, lo coronaste
de gloria y esplendor;
(C.I.C 2566) El hombre
busca a Dios. Por la creación Dios llama a todo ser desde la nada a la existencia.
Coronado de gloria y esplendor (Sal 8, 6), el hombre es, después de los
ángeles, capaz de reconocer "¡qué glorioso es el Nombre del Señor por toda
la tierra!" (Sal 8, 2). Incluso después de haber perdido, por su pecado,
su semejanza con Dios, el hombre sigue siendo imagen de su Creador. Conserva el
deseo de Aquél que le llama a la existencia. Todas las religiones dan
testimonio de esta búsqueda esencial de los hombres (cf. Hch. 17, 27). (C.I.C 2809)
La santidad de Dios es el hogar inaccesible de su misterio eterno. Lo que se
manifiesta de él en la creación y en la historia, la Escritura lo llama Gloria, la irradiación de su Majestad
(cf. Sal 8; Is 6, 3). Al crear al hombre "a su imagen y semejanza"
(Gn 1, 26), Dios "lo corona de gloria" (Sal 8, 6), pero al pecar, el
hombre queda "privado de la Gloria de Dios" (Rm 3, 23). A partir de
entonces, Dios manifestará su Santidad revelando y dando su Nombre, para
restituir al hombre "a la imagen de su Creador" (Col 3, 10).
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