lunes, 21 de enero de 2013
Sal 27, 10 el Señor me recibirá
(C.I.C 239) Al designar a Dios con
el nombre de "Padre", el lenguaje de la fe indica principalmente dos
aspectos: que Dios es origen primero de todo y autoridad transcendente y que es
al mismo tiempo bondad y solicitud amorosa para todos sus hijos. Esta ternura
paternal de Dios puede ser expresada también mediante la imagen de la
maternidad (cf. Is 66,13; Sal 131,2) que indica más expresivamente la inmanencia
de Dios, la intimidad entre Dios y su criatura. El lenguaje de la fe se sirve
así de la experiencia humana de los padres que son en cierta manera los
primeros representantes de Dios para el hombre. Pero esta experiencia dice
también que los padres humanos son falibles y que pueden desfigurar la imagen
de la paternidad y de la maternidad. Conviene recordar, entonces, que Dios
transciende la distinción humana de los sexos. No es hombre ni mujer, es Dios.
Transciende también la paternidad y la maternidad humanas (cf. Sal 27,10),
aunque sea su origen y medida (cf. Ef 3,14; Is 49,15): Nadie es padre como lo
es Dios.
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