jueves, 3 de enero de 2013
Sal 2, 8 te daré las naciones como herencia
8 Pídeme, y te daré las naciones como herencia, y como
propiedad, los confines de la tierra.
(C.I.C 2606) Todas las angustias de la humanidad de todos
los tiempos, esclava del pecado y de la muerte, todas las súplicas y las
intercesiones de la historia de la salvación están recogidas en este grito del
Verbo encarnado. He aquí que el Padre las acoge y, por encima de toda
esperanza, las escucha al resucitar a su Hijo. Así se realiza y se consuma el
drama de la oración en la Economía de la creación y de la salvación. El
salterio nos da la clave para la comprensión de este drama por medio de Cristo.
Es en el "hoy" de la Resurrección cuando dice el Padre: "Tú eres
mi Hijo; yo te he engendrado hoy. Pídeme,
y te daré en herencia las naciones,
en propiedad los confines de la tierra" (Sal 2, 7-8; cf. Hch 13, 33). La
carta a los Hebreos expresa en términos dramáticos cómo actúa la plegaria de
Jesús en la victoria de la salvación: "El cual, habiendo ofrecido en los
días de su vida mortal ruegos y súplicas con poderoso clamor y lágrimas al que
podía salvarle de la muerte, fue escuchado por su actitud reverente, y aun
siendo Hijo, con lo que padeció experimentó la obediencia; y llegado a la
perfección, se convirtió en causa de salvación eterna para todos los que le
obedecen" (Hb 5, 7-9).
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