jueves, 17 de enero de 2013
Sal 24, 7 levántense, puertas eternas
(C.I.C 559) ¿Cómo va a acoger Jerusalén a su Mesías?
Jesús rehuyó siempre las tentativas populares de hacerle rey (cf. Jn 6, 15),
pero elige el momento y prepara los detalles de su entrada mesiánica en la
ciudad de "David, su Padre" (Lc 1,32; cf. Mt 21, 1-11). Es aclamado
como hijo de David, el que trae la salvación ("Hosanna" quiere decir
"¡sálvanos!", "Danos la salvación!"). Pues bien, el
"Rey de la Gloria" (Sal 24, 7-10) entra en su ciudad "montado en
un asno" (Za 9, 9): no conquista a la hija de Sión, figura de su Iglesia,
ni por la astucia ni por la violencia, sino por la humildad que da testimonio
de la Verdad (cf. Jn 18, 37). Por eso los súbditos de su Reino, aquel día
fueron los niños (cf. Mt 21, 15-16; Sal 8, 3) y los "pobres de Dios",
que le aclamaban como los ángeles lo anunciaron a los pastores (cf. Lc 19, 38;
2, 14). Su aclamación "Bendito el que viene en el nombre del Señor"
(Sal 118, 26), ha sido recogida por la Iglesia en el Sanctus de la liturgia eucarística para introducir al memorial de
la Pascua del Señor.
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