[13] Se acercaba la Pascua de los judíos. Jesús subió a Jerusalén [14] y encontró en el Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas y a los cambistas sentados delante de sus mesas. [15] Hizo un látigo de cuerdas y los echó a todos del Templo, junto con sus ovejas y sus bueyes; desparramó las monedas de los cambistas, derribó sus mesas [16] y dijo a los vendedores de palomas: «Saquen esto de aquí y no hagan de la casa de mi Padre una casa de comercio». [17] Y sus discípulos recordaron las palabras de la Escritura: El celo por tu Casa me consumirá. [18] Entonces los judíos le preguntaron: «¿Qué signo nos das para obrar así?».
domingo, 2 de noviembre de 2008
Jn 2, 13-18 El celo por tu Casa me consumirá
(Jn 2, 13-18) El celo por tu Casa me consumirá
[13] Se acercaba la Pascua de los judíos. Jesús subió a Jerusalén [14] y encontró en el Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas y a los cambistas sentados delante de sus mesas. [15] Hizo un látigo de cuerdas y los echó a todos del Templo, junto con sus ovejas y sus bueyes; desparramó las monedas de los cambistas, derribó sus mesas [16] y dijo a los vendedores de palomas: «Saquen esto de aquí y no hagan de la casa de mi Padre una casa de comercio». [17] Y sus discípulos recordaron las palabras de la Escritura: El celo por tu Casa me consumirá. [18] Entonces los judíos le preguntaron: «¿Qué signo nos das para obrar así?».
[13] Se acercaba la Pascua de los judíos. Jesús subió a Jerusalén [14] y encontró en el Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas y a los cambistas sentados delante de sus mesas. [15] Hizo un látigo de cuerdas y los echó a todos del Templo, junto con sus ovejas y sus bueyes; desparramó las monedas de los cambistas, derribó sus mesas [16] y dijo a los vendedores de palomas: «Saquen esto de aquí y no hagan de la casa de mi Padre una casa de comercio». [17] Y sus discípulos recordaron las palabras de la Escritura: El celo por tu Casa me consumirá. [18] Entonces los judíos le preguntaron: «¿Qué signo nos das para obrar así?».
(C.I.C 583) Como los profetas anteriores a él, Jesús profesó el más profundo respeto al Templo de Jerusalén. Fue presentado en él por José y María cuarenta días después de su nacimiento (Cf. Lc. 2, 22-39). A la edad de doce años, decidió quedarse en el Templo para recordar a sus padres que se debía a los asuntos de su Padre (cf. Lc 2, 46-49). Durante su vida oculta, subió allí todos los años al menos con ocasión de la Pascua (cf. Lc 2, 41); su ministerio público estuvo jalonado por sus peregrinaciones a Jerusalén con motivo de las grandes fiestas judías (Cf. Jn 2, 13-14; 5, 1. 14; 7, 1. 10. 14; 8, 2; 10, 22-23). (C.I.C 584) Jesús subió al Templo como al lugar privilegiado para el encuentro con Dios. El Templo era para él la casa de su Padre, una casa de oración, y se indigna porque el atrio exterior se haya convertido en un mercado (Mt 21, 13). Si expulsa a los mercaderes del Templo es por celo hacia las cosas de su Padre: "no hagáis de la Casa de mi Padre una casa de mercado. Sus discípulos se acordaron de que estaba escrito: 'El celo por tu Casa me devorará' (Sal 69, 10)" (Jn 2, 16-17). Después de su Resurrección, los Apóstoles mantuvieron un respeto religioso hacia el Templo (cf. Hch 2, 46; 3, 1; 5, 20. 21; etc.).
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