viernes, 26 de octubre de 2012
2S 7, 22-25 Grande Señor no hay nadie como tú ni hay Dios fuera de ti
22 Por eso tú eres grande Señor, no hay nadie como tú,
ni hay Dios fuera de ti, por todo lo que hemos escuchado con nuestros propios
oídos. 23 ¿Y quién es como tu pueblo, como Israel, la única nación sobre la
tierra a quien Dios fue a rescatar para hacerla su pueblo y darle un nombre? Tú
has realizado en su favor cosas grandes y terribles, expulsando a las naciones
y a sus dioses delante del pueblo que rescataste de Egipto. 24 Tú has
establecido a tu pueblo Israel para que sea tu pueblo eternamente, y tú, Señor,
eres su Dios. 25 Y ahora, Señor Dios, confirma para siempre la palabra que has
pronunciado acerca de tu servidor y de su casa, y obra conforme a lo que has
dicho.
(C.I.C
215) "Es verdad el principio de tu palabra, por
siempre, todos tus justos juicios" (Sal 119,160). "Ahora, mi Señor
Dios, tú eres Dios, tus palabras son verdad" (2S 7,28); por eso las
promesas de Dios se realizan siempre (cf. Dt 7,9). Dios es la Verdad misma, sus
palabras no pueden engañar. Por ello el hombre se puede entregar con toda
confianza a la verdad y a la fidelidad de la palabra de Dios en todas las
cosas. El comienzo del pecado y de la caída del hombre fue una mentira del
tentador que indujo a dudar de la palabra de Dios, de su benevolencia y de su
fidelidad.
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