lunes, 29 de octubre de 2012
2S 12, 7-14 Porque con esto has ultrajado gravemente al Señor
7 Entonces Natán dijo a David: «¡Ese hombre eres tú! Así
habla el Señor, el Dios de Israel: Yo te ungí rey de Israel y te libré de las
manos de Saúl; 8 te entregué la casa de tu señor y puse a sus mujeres en tus
brazos; te di la casa de Israel y de Judá, y por si esto fuera poco, añadiría
otro tanto y aún más. 9 ¿Por qué entonces has despreciado la palabra del Señor,
haciendo lo que es malo a sus ojos? ¡Tú has matado al filo de la espada a
Urías, el hitita! Has tomado por esposa a su mujer, y a él lo has hecho morir
bajo la espada de los amonitas. 10 Por eso, la espada nunca más se apartará de
tu casa, ya que me has despreciado y has tomado por esposa a la mujer de Urías,
el hitita. 11 Así habla el Señor: «Yo haré surgir de tu misma casa la desgracia
contra ti. Arrebataré a tus mujeres ante tus propios ojos y se las daré a otro,
que se acostará con ellas en pleno día. 12 Porque tú has obrado ocultamente,
pero yo lo haré delante de todo Israel y a la luz del sol». 13 David dijo a
Natán: «¡He pecado contra el Señor!». Natán le respondió: «El Señor, por su
parte, ha borrado tu pecado: no morirás. 14 No obstante, porque con esto has
ultrajado gravemente al Señor, el niño que te ha nacido morirá sin remedio».
(C.I.C 1736) Todo acto directamente querido es imputable a su
autor: Así el Señor pregunta a Adán tras el pecado en el paraíso: ‘¿Qué has
hecho?’ (Gn 3,13). Igualmente a Caín (Cf. Gn 4, 10). Así también el profeta
Natán al rey David, tras el adulterio con la mujer de Urías y la muerte de éste
(Cf. 2S 12, 7-15). Una acción puede ser indirectamente voluntaria cuando
resulta de una negligencia respecto a lo que se habría debido conocer o hacer,
por ejemplo, un accidente provocado por la ignorancia del código de la
circulación.
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