miércoles, 31 de octubre de 2012
1R 6, 23-28 Salomón puso los querubines en medio del recinto interior
I Reyes 6 - paginas
selectas
23 En el lugar santísimo hizo dos querubines de madera
de olivo; cada uno medía cinco metros de altura. 24 Las alas de primer querubín
medían dos metros y medio cada una, de manera que había cinco metros desde el
extremo de una de sus alas hasta el extremo de la otra. 25 El segundo querubín
medía también cinco metros; los dos querubines tenían la misma dimensión y la
misma forma: 26 uno y otro medían cinco metros de altura. 27 Salomón puso los
querubines en medio del recinto interior. Estos tenían las alas desplegadas: un
ala del primer querubín tocaba el muro y un ala del segundo tocaba el muro
opuesto; y las alas extendidas hacia el centro de la Casa se tocaban una con
otra. 28 También a los querubines los revistió de oro.
(C.I.C
2129) El mandamiento divino implicaba la prohibición de toda representación de
Dios por mano del hombre. El Deuteronomio lo explica así: ‘Puesto que no
visteis figura alguna el día en que el Señor os habló en el Horeb de en medio
del fuego, no vayáis a prevaricar y os hagáis alguna escultura de cualquier
representación que sea...’ (Dt 4, 15-16). Quien se revela a Israel es el Dios
absolutamente Trascendente. ‘Él lo es todo’,
pero al mismo tiempo ‘está por encima de todas sus obras’ (Si 43, 27- 28). Es
la fuente de toda belleza creada (Sb 13, 3).
(C.I.C 2130) Sin embargo, ya en el Antiguo Testamento Dios ordenó o
permitió la institución de imágenes que conducirían simbólicamente a la
salvación por el Verbo encarnado: la serpiente de bronce (Cf. Nm 21, 4-9; Sb
16, 5-14; Jn 3, 14-15), el arca de la Alianza y los querubines (Cf. Ex 25,
10-12; 1R 6, 23-28; 7, 23-26).
martes, 30 de octubre de 2012
1R 1, 39 El sacerdote tomó de la Carpa el cuerno de aceite y ungió a Salomón
I Reyes 1 - paginas
selectas
(1R 1, 39) El sacerdote tomó de la Carpa el cuerno de aceite y ungió a Salomón
39 El sacerdote tomó de la Carpa el cuerno de aceite y
ungió a Salomón. Entonces sonó la trompeta y todo el pueblo exclamó: ¡Viva el
rey Salomón!
(C.I.C
436) Cristo viene de la traducción
griega del término hebreo "Mesías" que quiere decir
"ungido". No pasa a ser nombre propio de Jesús sino porque Él cumple
perfectamente la misión divina que esa palabra significa. En efecto, en Israel
eran ungidos en el nombre de Dios los que le eran consagrados para una misión
que habían recibido de Él. Este era el caso de
los reyes (cf. 1S 9, 16; 10, 1; 16, 1. 12-13; 1R 1, 39), de los sacerdotes (cf.
Ex 29, 7; Lv 8, 12) y, excepcionalmente, de los profetas (cf. 1R 19, 16). Este
debía ser por excelencia el caso del Mesías que Dios enviaría para instaurar
definitivamente su Reino (cf. Sal 2, 2; Hch 4, 26-27). El Mesías debía ser
ungido por el Espíritu del Señor (cf. Is 11, 2) a la vez como rey y sacerdote
(cf. Za 4, 14; 6, 13) pero también como profeta (cf. Is 61, 1; Lc 4, 16-21).
Jesús cumplió la esperanza mesiánica de Israel en su triple función de
sacerdote, profeta y rey.
lunes, 29 de octubre de 2012
2S 12, 7-14 Porque con esto has ultrajado gravemente al Señor
(2S 12, 7-14) Porque con esto has ultrajado gravemente al Señor
7 Entonces Natán dijo a David: «¡Ese hombre eres tú! Así
habla el Señor, el Dios de Israel: Yo te ungí rey de Israel y te libré de las
manos de Saúl; 8 te entregué la casa de tu señor y puse a sus mujeres en tus
brazos; te di la casa de Israel y de Judá, y por si esto fuera poco, añadiría
otro tanto y aún más. 9 ¿Por qué entonces has despreciado la palabra del Señor,
haciendo lo que es malo a sus ojos? ¡Tú has matado al filo de la espada a
Urías, el hitita! Has tomado por esposa a su mujer, y a él lo has hecho morir
bajo la espada de los amonitas. 10 Por eso, la espada nunca más se apartará de
tu casa, ya que me has despreciado y has tomado por esposa a la mujer de Urías,
el hitita. 11 Así habla el Señor: «Yo haré surgir de tu misma casa la desgracia
contra ti. Arrebataré a tus mujeres ante tus propios ojos y se las daré a otro,
que se acostará con ellas en pleno día. 12 Porque tú has obrado ocultamente,
pero yo lo haré delante de todo Israel y a la luz del sol». 13 David dijo a
Natán: «¡He pecado contra el Señor!». Natán le respondió: «El Señor, por su
parte, ha borrado tu pecado: no morirás. 14 No obstante, porque con esto has
ultrajado gravemente al Señor, el niño que te ha nacido morirá sin remedio».
(C.I.C 1736) Todo acto directamente querido es imputable a su
autor: Así el Señor pregunta a Adán tras el pecado en el paraíso: ‘¿Qué has
hecho?’ (Gn 3,13). Igualmente a Caín (Cf. Gn 4, 10). Así también el profeta
Natán al rey David, tras el adulterio con la mujer de Urías y la muerte de éste
(Cf. 2S 12, 7-15). Una acción puede ser indirectamente voluntaria cuando
resulta de una negligencia respecto a lo que se habría debido conocer o hacer,
por ejemplo, un accidente provocado por la ignorancia del código de la
circulación.
domingo, 28 de octubre de 2012
2S 12,1-4 Entonces el Señor le envió al profeta Natán
II Samuel 12 - paginas
selectas
(2S 12,1-4) Entonces el Señor le envió al profeta Natán
1 Entonces el Señor le envió al profeta Natán. El se
presentó a David y le dijo: «Había dos hombres en una misma ciudad, uno rico y
el otro pobre. 2 El rico tenía una enorme cantidad de ovejas y de bueyes. 3 El
pobre no tenía nada, fuera de una sola oveja pequeña que había comprado. La iba
criando, y ella crecía junto a él y a sus hijos: comía de su pan, bebía de su
copa y dormía en su regazo. ¡Era para él como una hija! 4 Pero llegó un viajero
a la casa del hombre rico, y este no quiso sacrificar un animal de su propio
ganado para agasajar al huésped que había recibido. Tomó en cambio la oveja del
hombre pobre, y se la preparó al que le había llegado de visita».
(C.I.C
2538) El décimo mandamiento exige que se destierre del corazón humano la envidia. Cuando el profeta Natán quiso
estimular el arrepentimiento del rey David, le contó la historia del pobre que
sólo poseía una oveja, a la que trataba como una hija, y del rico que, a pesar
de sus numerosos rebaños, envidiaba al primero y acabó por robarle la cordera
(cf. 2S 12, 1-4). La envidia puede conducir a las peores fechorías (cf. Gn 4,
3-7; 1R 21, 1-29). La muerte entró en el mundo por la envidia del diablo (cf.
Sb 2, 24). “Luchamos entre nosotros, y es la envidia la que nos arma unos
contra otros [...] Si todos se afanan así por perturbar el Cuerpo de Cristo, ¿a
dónde llegaremos? […] Estamos debilitando el Cuerpo de Cristo [...] Nos
declaramos miembros de un mismo organismo y nos devoramos como lo harían las
fieras” (San Juan Crisóstomo, In
epistulam II ad Corinthios, homilia
27, 3-4: PG 61, 588).
sábado, 27 de octubre de 2012
2S 7, 26-29 Ahora, Señor, tú eres Dios, tus palabras son leales
(2S 7, 26-29) Ahora, Señor, tú eres Dios, tus palabras son leales
26 Que tu Nombre sea engrandecido para siempre, y que se
diga: «¡El Señor de los ejércitos es el Dios de Israel!». Y que la casa de
David, tu servidor, esté bien afianzada delante de ti. 27 Porque tú mismo,
Señor de los ejércitos, Dios de Israel te has revelado a tu servidor, diciendo:
«Yo te edificaré una casa». Por eso tu servidor se ha atrevido a dirigirte esta
plegaria. 28 Ahora, Señor, tú eres Dios, tus palabras son leales y has
prometido estos bienes a tu servidor. 29 Dígnate, entonces, bendecir la casa de
tu servidor, para que ella permanezca siempre en tu presencia. Porque tú,
Señor, has hablado, y con tu bendición la casa de tu servidor será bendita para
siempre».
(C.I.C
1081) Las bendiciones divinas se manifiestan en
acontecimientos maravillosos y salvadores: el nacimiento de Isaac, la salida de
Egipto (Pascua y Exodo), el don de la Tierra prometida, la elección de David,
la presencia de Dios en el templo, el exilio purificador y el retorno de un
"pequeño resto". La Ley, los Profetas y los Salmos que tejen la
liturgia del Pueblo elegido recuerdan a la vez estas bendiciones divinas y
responden a ellas con las bendiciones de alabanza y de acción de gracias. (C.I.C
2465) El Antiguo Testamento lo proclama: Dios
es fuente de toda verdad. Su Palabra es verdad (cf. Pr 8, 7; 2S 7, 28). Su
ley es verdad (cf. Sal 119, 142). ‘Tu verdad, de edad en edad’ (Sal 119, 90; Lc
1, 50). Puesto que Dios es el ‘Veraz’ (Rm 3, 4), los miembros de su pueblo son
llamados a vivir en la verdad (cf. Sal 119, 30).
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