domingo, 26 de julio de 2009
Rm 16, 21-27 ¡A Dios, por Jesucristo, sea la gloria!
(Rm 16, 21-27) ¡A Dios, por Jesucristo, sea la gloria!
[21] Timoteo, mi colaborador, les envía saludos, así como también mis parientes Lucio, Jasón y Sosípatro. [22] Yo, Tercio, que he servido de amanuense, los saludo en el Señor. [23] También los saluda Gayo, que me brinda hospedaje a mí y a toda la Iglesia. Finalmente, les envían saludos Erasto, el tesorero de la ciudad y nuestro hermano Cuarto. [24]. [25] ¡Gloria a Dios, que tiene el poder de afianzarlos, según la Buena Noticia que yo anuncio, proclamando a Jesucristo, y revelando un misterio que fue guardado en secreto desde la eternidad [26] y que ahora se ha manifestado! Este es el misterio que, por medio de los escritos proféticos y según el designio del Dios eterno, fue dado a conocer a todas las naciones para llevarlas a la obediencia de la fe. [27] ¡A Dios, el único sabio, por Jesucristo, sea la gloria eternamente! Amén.
(C.I.C 2087) Nuestra vida moral tiene su fuente en la fe en Dios que nos revela su amor. San Pablo habla de la ‘obediencia de la fe’ (Rm 1, 5; 16, 26) como de la primera obligación. Hace ver en el ‘desconocimiento de Dios’ el principio y la explicación de todas las desviaciones morales (Cf. Rm 1, 18-32). Nuestro deber para con Dios es creer en Él y dar testimonio de Él. (C.I.C 2641) "Recitad entre vosotros salmos, himnos y cánticos inspirados; cantad y salmodiad en vuestro corazón al Señor" (Ef 5, 19; Col 3, 16). Como los autores inspirados del Nuevo Testamento, las primeras comunidades cristianas releen el libro de los Salmos cantando en él el Misterio de Cristo. En la novedad del Espíritu, componen también himnos y cánticos a partir del acontecimiento inaudito que Dios ha realizado en su Hijo: su encarnación, su muerte vencedora de la muerte, su resurrección y su ascensión a su derecha (cf. Flp 2, 6-11; Col 1, 15-20; Ef 5, 14; 1Tm 3, 16; 6, 15-16; 2Tm 2, 11-13). De esta "maravilla" de toda la Economía de la salvación brota la doxología, la alabanza a Dios (cf. Ef 1, 3-14; Rm 16, 25-27; Ef 3, 20-21; Judas 24-25). (C.I.C 1204) Por tanto, la celebración de la liturgia debe corresponder al genio y a la cultura de los diferentes pueblos (cf. Sacrosanctum Concilium, 37-40). Para que el Misterio de Cristo sea "dado a conocer a todos los gentiles para obediencia de la fe" (Rm 16,26), debe ser anunciado, celebrado y vivido en todas las culturas, de modo que estas no son abolidas sino rescatadas y realizadas por él (Catechesi tradendae, 53). La multitud de los hijos de Dios, mediante su cultura humana propia, asumida y transfigurada por Cristo, tiene acceso al Padre, para glorificarlo en un solo Espíritu.
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