viernes, 10 de julio de 2009
Rm 15, 1-2 No complacernos a nosotros mismos
Romanos 15
(Rm 15, 1-2) No complacernos a nosotros mismos [1] Nosotros, los que somos fuertes, debemos sobrellevar las flaquezas de los débiles y no complacernos a nosotros mismos. [2] Que cada uno trate de agradar a su prójimo para el bien y la edificación común.
(C.I.C 1948) La solidaridad es una virtud eminentemente cristiana. Es ejercicio de comunicación de los bienes espirituales aún más que comunicación de bienes materiales. (C.I.C 1942) La virtud de la solidaridad va más allá de los bienes materiales. Difundiendo los bienes espirituales de la fe, la Iglesia ha favorecido a la vez el desarrollo de los bienes temporales, al cual con frecuencia ha abierto vías nuevas. Así se han verificado a lo largo de los siglos las palabras del Señor: ‘Buscad primero su Reino y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura’ (Mt 6, 33): “Desde hace dos mil años vive y persevera en el alma de la Iglesia ese sentido de responsabilidad colectiva, que ha impulsado e impulsa todavía a las almas hasta el heroísmo caritativo de los monjes agricultores, de los libertadores de esclavos, de los que atienden enfermos, de los mensajeros de fe, de civilización, de ciencia, a todas las generaciones y a todos los pueblos con el fin de crear condiciones sociales capaces de hacer posible a todos una vida digna del hombre y del cristiano” (Pío XII, Mensaje radiofónico (1 de junio 1941).
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