miércoles, 25 de febrero de 2015
382. ¿Qué es la fortaleza?
(Compendio 382) La fortaleza asegura la firmeza en las
dificultades y la constancia en la búsqueda del bien, llegando incluso a la
capacidad de aceptar el eventual sacrificio de la propia vida por una causa
justa.
Resumen
(C.I.C 1837) La fortaleza asegura,
en las dificultades, la firmeza y la constancia en la práctica del bien.
Profundizar y modos de explicaciones
(C.I.C 1808) La fortaleza es la virtud moral que asegura
en las dificultades la firmeza y la constancia en la búsqueda del bien.
Reafirma la resolución de resistir a las tentaciones y de superar los
obstáculos en la vida moral. La virtud de la fortaleza hace capaz de vencer el
temor, incluso a la muerte, y de hacer frente a las pruebas y a las
persecuciones. Capacita para ir hasta la renuncia y el sacrificio de la propia
vida por defender una causa justa. ‘Mi fuerza y mi cántico es el Señor’ (Sal
118, 14). ‘En el mundo tendréis tribulación. Pero ¡ánimo!: Yo he vencido al
mundo’ (Jn 16, 33).
Para la reflexión
(C.I.C 2848) "No entrar en la tentación" implica
una decisión del corazón:
"Porque donde esté tu tesoro, allí también estará tu corazón [...] Nadie
puede servir a dos señores" (Mt 6, 21-24). "Si vivimos según el
Espíritu, obremos también según el Espíritu" (Ga 5, 25). El Padre nos da
la fuerza para este "dejarnos conducir" por el Espíritu Santo.
"No habéis sufrido tentación superior a la medida humana. Y fiel es Dios
que no permitirá que seáis tentados sobre vuestras fuerzas. Antes bien, con la
tentación os dará modo de poderla resistir con éxito" (1Co 10, 13). (C.I.C
2473) El martirio es el supremo
testimonio de la verdad de la fe; designa un testimonio que llega hasta la
muerte. El mártir da testimonio de Cristo, muerto y resucitado, al cual está
unido por la caridad. Da testimonio de la verdad de la fe y de la doctrina
cristiana. Soporta la muerte mediante un acto de fortaleza. “Dejadme ser pasto
de las fieras. Por ellas me será dado llegar a Dios” (San Ignacio de Antioquía,
Epistula ad Romanos, 4, 1).
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