viernes, 13 de febrero de 2015
372. ¿Qué es la conciencia moral?
(Compendio 372) La conciencia moral, presente en lo íntimo
de la persona, es un juicio de la razón, que en el momento oportuno, impulsa al
hombre a hacer el bien y a evitar el mal. Gracias a ella, la persona humana
percibe la cualidad moral de un acto a realizar o ya realizado, permitiéndole
asumir la responsabilidad del mismo. Cuando escucha la conciencia moral, el
hombre prudente puede sentir la voz de Dios que le habla.
Resumen
(C.I.C 1795) “La conciencia es el
núcleo más secreto y el sagrario del hombre, en el que está solo con Dios, cuya
voz resuena en lo más íntimo de ella” (Gaudium
et spes, 16). (C.I.C 1796) La conciencia
moral es un juicio de la razón por el que la persona humana reconoce la calidad
moral de un acto concreto.
Profundizar y modos de explicaciones
(C.I.C 1776) “En lo más profundo
de su conciencia el hombre descubre una ley que él no se da a sí mismo, sino a
la que debe obedecer y cuya voz resuena, cuando es necesario, en los oídos de
su corazón, llamandole siempre a amar y hacer el bien y evitar el mal […]. El
hombre tiene una ley inscrita por Dios en su corazón […]. La concencia es el
núcleo más secreto y el sagrario del hombre, en el que está solo con Dios, cuya
voz resuena en lo más íntimo de ella” (Gaudium
et spes, 16). (C.I.C 1777) Presente en el
corazón de la persona, la conciencia moral (Cf. Rm 2, 14-16) le ordena, en el
momento oportuno, practicar el bien y evitar el mal. Juzga también las opciones
concretas aprobando las que son buenas y denunciando las que son malas (Cf. Rm
1, 32). Atestigua la autoridad de la verdad con referencia al Bien supremo por
el cual la persona humana se siente atraída y cuyos mandamientos acoge. El
hombre prudente, cuando escucha la conciencia moral, puede oír a Dios que le
habla.
Para la reflexión
(C.I.C 1778) La conciencia moral es un juicio de la razón
por el que la persona humana reconoce la cualidad moral de un acto concreto que
piensa hacer, está haciendo o ha hecho. En todo lo que dice y hace, el hombre
está obligado a seguir fielmente lo que sabe que es justo y recto. Mediante el
dictamen de su conciencia el hombre percibe y reconoce las prescripciones de la
ley divina: La conciencia “es una ley de nuestro espíritu, pero que va más allá
de él, nos da órdenes, significa responsabilidad y deber, temor y esperanza [...]
La conciencia es la mensajera del que, tanto en el mundo de la naturaleza como
en el de la gracia, a través de un velo nos habla, nos instruye y nos gobierna.
La conciencia es el primero de todos los vicarios de Cristo” (Newman, A letter to the Duke of Norfolk, 5).
(C.I.C 1779) Es preciso que cada uno preste mucha atención a sí mismo para oír
y seguir la voz de su conciencia. Esta exigencia de interioridad es tanto más necesaria cuanto que la vida nos impulsa
con frecuencia a prescindir de toda reflexión, examen o interiorización: “Retorna
a tu conciencia, interrógala. [...] Retornad, hermanos, al interior, y en todo
lo que hagáis mirad al testigo, Dios” (San Agustín, In epistulam Ioannis ad Parthos
tractatus, 8, 9: PL 35, 2041).
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