miércoles, 24 de abril de 2013
Sb 7, 25-30 Ella es el resplandor de la luz eterna
25 Ella es
exhalación del poder de Dios, una emanación pura de la gloria del Todopoderoso:
por eso, nada manchado puede alcanzarla. 26 Ella es el resplandor de la luz
eterna, un espejo sin mancha de la actividad de Dios y una imagen de su bondad.
27 Aunque es una sola, lo puede todo; permaneciendo en sí misma, renueva el
universo; de generación en generación, entra en las almas santas, para hacer
amigos de Dios y profetas. 28 Porque Dios ama únicamente a los que conviven con
la Sabiduría. 29 Ella, en efecto, es más radiante que el sol y supera a todas
las constelaciones; es más luminosa que la misma luz, 30 Ya que la luz cede su
lugar a la noche, pero contra la Sabiduría no prevalece el mal.
(C.I.C 2500) La práctica del bien va acompañada de un placer
espiritual gratuito y de belleza moral. De igual modo, la verdad entraña el
gozo y el esplendor de la belleza espiritual. La verdad es bella por sí misma.
La verdad de la palabra, expresión racional del conocimiento de la realidad creada
e increada, es necesaria al hombre dotado de inteligencia, pero la verdad puede
también encontrar otras formas de expresión humana, complementarias, sobre todo
cuando se trata de evocar lo que ella entraña de indecible, las profundidades
del corazón humano, las elevaciones del alma, el Misterio de Dios. Antes de
revelarse al hombre en palabras de verdad, Dios se revela a él, mediante el
lenguaje universal de la Creación, obra de su Palabra, de su Sabiduría: el
orden y la armonía del cosmos, que percibe tanto el niño como el hombre de
ciencia, ‘pues por la grandeza y hermosura de las criaturas se llega, por
analogía, a contemplar a su Autor’ (Sb 13, 5), ‘pues fue el Autor mismo de la
belleza quien las creó’ (Sb 13, 3). “La sabiduría es un hálito del poder de
Dios, una emanación pura de la gloria del Omnipotente, por lo que nada manchado
llega a alcanzarla. Es un reflejo de la luz eterna, un espejo sin mancha de la
actividad de Dios, una imagen de su bondad” (Sb 7, 25-26). “La sabiduría es en
efecto más bella que el Sol, supera a todas las constelaciones; comparada con
la luz, sale vencedora, porque a la luz sucede la noche, pero contra la
sabiduría no prevalece la maldad” (Sb 7, 29-30). “Yo me aconstituí en el amante
de su belleza” (Sb 8, 2).
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