sábado, 20 de abril de 2013
Sb 2, 23-24 Dios creó al hombre para que fuera incorruptible
23 Dios creó al
hombre para que fuera incorruptible y lo hizo a imagen de su propia naturaleza,
24 pero por la envidia del demonio entró la muerte en el mundo, y los que
pertenecen a él tienen que padecerla.
(C.I.C 391) Detrás de la elección desobediente de nuestros
primeros padr es se halla una voz seductora, opuesta a Dios (cf. Gn 3,1-5) que,
por envidia, los hace caer en la muerte (cf. Sb 2,24). La Escritura y la
Tradición de la Iglesia ven en este ser un ángel caído, llamado Satán o diablo
(cf. Jn 8,44; Ap 12,9). La Iglesia enseña que primero fue un ángel bueno,
creado por Dios. Diabolus enim et alii
daemones a Deo quidem natura creati sunt boni, sed ipsi per se facti sunt mali
("El diablo y los otros demonios fueron creados por Dios con una
naturaleza buena, pero ellos se hicieron a sí mismos malos") (IV Concilio
de Letrán (año 1215): DS 800). (C.I.C 2538) El décimo mandamiento exige que se
destierre del corazón humano la envidia.
Cuando el profeta Natán quiso estimular el arrepentimiento del rey David, le
contó la historia del pobre que sólo poseía una oveja, a la que trataba como
una hija, y del rico que, a pesar de sus numerosos rebaños, envidiaba al
primero y acabó por robarle la cordera (cf. 2S 12, 1-4). La envidia puede
conducir a las peores fechorías (cf. Gn 4, 3-7; 1R 21, 1-29). La muerte entró
en el mundo por la envidia del diablo (cf. Sb 2, 24). “Luchamos entre nosotros,
y es la envidia la que nos arma unos contra otros [...] Si todos se afanan así
por perturbar el Cuerpo de Cristo, ¿a dónde llegaremos? […] Estamos debilitando
el Cuerpo de Cristo [...] Nos declaramos miembros de un mismo organismo y nos
devoramos como lo harían las fieras” (San Juan Crisóstomo, In epistulam II ad Corinthios,
homilia 27, 3-4: PG 61, 588).
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario