miércoles, 20 de febrero de 2013
Sal 95, 8 No endurezcan su corazón como en Meribá
8 «No endurezcan su corazón como en Meribá, como en el
día de Masá, en el desierto,
(C.I.C 2659) Aprendemos a orar en ciertos momentos
escuchando la palabra del Señor y participando en su Misterio Pascual; pero, en
todo tiempo, en los acontecimientos de cada
día, su Espíritu se nos ofrece para que brote la oración. La enseñanza de
Jesús sobre la oración a nuestro Padre está en la misma línea que la de la
Providencia (cf. Mt 6, 11. 34): el tiempo está en las manos del Padre; lo
encontramos en el presente, ni ayer ni mañana, sino hoy: "¡Ojalá oyerais
hoy su voz!: No endurezcáis vuestro corazón" (Sal 95, 7-8). (C.I.C 1165) Cuando la Iglesia celebra el Misterio de Cristo, hay
una palabra que jalona su oración: ¡Hoy!,
como eco de la oración que le enseñó su Señor (Mt 6,11) y de la llamada del
Espíritu Santo (Hb 3,7-4,11; Sal 95,8). Este "hoy" del Dios vivo al
que el hombre está llamado a entrar, es la "Hora" de la Pascua de
Jesús que atraviesa y guía toda la historia: “La vida se ha extendido sobre
todos los seres y todos están llenos de una amplia luz: el Oriente de los
orientes invade el universo, y el que existía "antes del lucero de la
mañana" y antes de todos los astros, inmortal e inmenso, el gran Cristo
brilla sobre todos los seres más que el sol. Por eso, para nosotros que creemos
en él, se instaura un día de luz, largo, eterno, que no se extingue: la Pascua
mística” (Psuedo-Hipólito Romano, In
Sanctum Pascha, 1, 1-2: PG 59, 755).
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario