martes, 5 de febrero de 2013
Sal 51, 6 Contra ti, contra ti solo pequé
6 Contra ti, contra ti solo pequé e hice lo que es malo
a tus ojos. Por eso, será justa tu sentencia y tu juicio será irreprochable;
(C.I.C 1850) El pecado es
una ofensa a Dios: “Contra ti, contra ti sólo pequé, cometí la maldad que
aborreces” (Sal 50, 6). El pecado se levanta contra el amor que Dios nos tiene
y aparta de Él nuestros corazones. Como el primer pecado, es una desobediencia,
una rebelión contra Dios por el deseo de hacerse ‘como dioses’, pretendiendo
conocer y determinar el bien y el mal (Gn 3, 5). El pecado es así ‘amor de sí
hasta el desprecio de Dios’ (San Agustín, De civitate Dei, 14, 28: PL 41, 436).
Por esta exaltación orgullosa de sí, el pecado es diametralmente opuesto a la
obediencia de Jesús que realiza la salvación (Cf. Flp 2, 6-9). (C.I.C 431)
En la historia de la salvación, Dios no se ha contentado con librar a Israel de
"la casa de servidumbre" (Dt 5, 6) haciéndole salir de Egipto. Él lo salva además de su pecado. Puesto que el
pecado es siempre una ofensa hecha a Dios (cf. Sal 51, 6), sólo Él es quien puede absolverlo (cf. Sal 51, 12). Por
eso es por lo que Israel tomando cada vez más conciencia de la universalidad
del pecado, ya no podrá buscar la salvación más que en la invocación del nombre
de Dios Redentor (cf. Sal 79, 9).
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