sábado, 16 de febrero de 2013
Sal 88, 11-13 ¿Acaso haces prodigios por los muertos?
11 ¿Acaso haces prodigios por los muertos, o se alzan
los difuntos para darte gracias? 12 ¿Se proclama tu amor en el sepulcro, o tu
fidelidad en el reino de la muerte? 13 ¿Se anuncian tus maravillas en las
tinieblas, o tu justicia en la tierra del olvido?
(C.I.C 633) La Escritura llama infiernos, sheol, o hades
(cf. Flp 2, 10; Hch 2, 24; Ap 1, 18; Ef 4, 9) a la morada de los muertos donde
bajó Cristo después de muerto, porque los que se encontraban allí estaban
privados de la visión de Dios (cf. Sal 6, 6; 88, 11-13). Tal era, en efecto, a
la espera del Redentor, el estado de todos los muertos, malos o justos (cf. Sal
89, 49;1Sam 28, 19; Ez 32, 17-32), lo que no quiere decir que su suerte sea
idéntica como lo enseña Jesús en la parábola del pobre Lázaro recibido en el
"seno de Abraham" (cf. Lc 16, 22-26). "Son precisamente estas
almas santas, que esperaban a su Libertador en el seno de Abraham, a las que
Jesucristo liberó cuando descendió a los infiernos" (Catecismo Romano, 1, 6, 3). Jesús no bajó a los infiernos para
liberar allí a los condenados (cf. Concilio Romno (año 745): DS 587) ni para
destruir el infierno de la condenación (cf. Benedicto XII, Cum dudum (1341), 18: DS 1011; Clemente VI Super quibusdam (1351) 15, 13; DS1077) sino para liberar a los
justos que le habían precedido (cf. IV Concilio de Toledo, IV (633): DS 485; Mt
27, 52-53).
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