martes, 19 de febrero de 2013
Sal 95, 1-6 Porque el Señor es un Dios grande
1 ¡Vengan, cantemos con júbilo al Señor, aclamemos a la
Roca que nos salva! 2 ¡Lleguemos hasta él dándole gracias, aclamemos con música
al Señor! 3 Porque el Señor es un Dios grande, el soberano de todos los dioses:
4 en su mano están los abismos de la tierra, y son suyas las cumbres de las
montañas; 5 suyo es el mar, porque él lo hizo, y la tierra firme, que formaron
sus manos. 6 ¡Entren, inclinémonos para adorarlo! ¡Doblemos la rodilla ante el
Señor que nos creó!
(C.I.C 2628) La adoración
es la primera actitud del hombre que se reconoce criatura ante su Creador.
Exalta la grandeza del Señor que nos ha hecho (cf. Sal 95, 1-6) y la
omnipotencia del Salvador que nos libera del mal. Es la acción de humillar el
espíritu ante el "Rey de la gloria" (Sal 14, 9-10) y el silencio
respetuoso en presencia de Dios "siempre […] mayor" (San Agustín, Enarratio in Psalmum 62, 16: PL 36, 758).
La adoración de Dios tres veces santo y soberanamente amable nos llena de
humildad y da seguridad a nuestras súplicas.
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