lunes, 13 de agosto de 2012
Ex 32,1-6 Este es tu Dios, Israel
Éxodo 32
(pàginas selectas)
1 Cuando el
pueblo vio que Moisés demoraba en bajar de la montaña, se congregó alrededor de
Aarón y le dijo: «Fabrícanos un Dios que vaya al frente de nosotros, porque no
sabemos qué le ha pasado a Moisés, ese hombre que nos hizo salir de Egipto» 2
Aarón les respondió: «Quiten a sus mujeres, a sus hijos y a sus hijas, las
argollas de oro que llevan prendidas a sus orejas, y tráiganlas aquí». 3
Entonces todos se quitaron sus aros y se los entregaron a Aarón. 4 El recibió
el oro, lo trabajó con el cincel e hizo un ternero de metal fundido. Ellos
dijeron entonces: «Este es tu Dios, Israel, el que te hizo salir de Egipto». 5
Al ver esto, Aarón erigió un altar delante de la estatua y anunció en alta voz:
«Mañana habrá fiesta en honor del Señor». 6 Y a la mañana siguiente, bien
temprano, ofrecieron holocaustos y sacrificios de comunión. Luego el pueblo se
sentó a comer y a beber, y después se levantó para divertirse.
(C.I.C
2114) La vida humana se unifica en la adoración del Dios Único. El mandamiento
de adorar al único Señor da unidad al hombre y lo salva de una dispersión
infinita. La idolatría es una perversión del sentido religioso innato en el
hombre. El idólatra es el que ‘aplica a cualquier cosa, en lugar de a Dios, la
indestructible noción de Dios’ (Orígenes, Contra
Celsum, 2, 40: PG 11, 161). (C.I.C
2113) La idolatría no se refiere sólo a los cultos falsos del paganismo. Es una
tentación constante de la fe. Consiste en divinizar lo que no es Dios. Hay
idolatría desde el momento en que el hombre honra y reverencia a una criatura
en lugar de Dios. Trátese de dioses o de demonios (por ejemplo, el satanismo),
de poder, de placer, de la raza, de los antepasados, del Estado, del dinero,
etc. ‘No podéis servir a Dios y al dinero’, dice Jesús (Mt 6, 24). Numerosos
mártires han muerto por no adorar a ‘la Bestia’ (Cf. Ap 13-14), negándose
incluso a simular su culto. La idolatría rechaza el único Señorío de Dios; es,
por tanto, incompatible con la comunión divina divina (Cf. Ga 5, 20; Ef 5, 5).
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