martes, 14 de mayo de 2019
Comentario CIC al YouCat Pregunta n. 489.
(Respuesta YouCat) Dios no necesita ningún
aplauso. Pero nosotros necesitamos expresar espontáneamente nuestra alegría en
Dios y nuestro gozo en el corazón. Alabamos a Dios porque existe y porque es
bueno. Con ello nos unimos ya a la alabanza eterna de los ángeles y los santos
en el cielo.
Reflecciones y puntos a profundizar (Comentario CIC) (C.I.C 2639) La alabanza es la forma de
orar que reconoce de la manera más directa que Dios es Dios. Le canta por Él mismo, le da gloria no por lo que hace sino por
lo que Él ES. Participa en la bienaventuranza
de los corazones puros que le aman en la fe antes de verle en la gloria.
Mediante ella, el Espíritu se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que
somos hijos de Dios (cf. Rm 8, 16), da testimonio del Hijo único en quien somos
adoptados y por quien glorificamos al Padre. La alabanza integra las otras
formas de oración y las lleva hacia Aquél que es su fuente y su término:
"un solo Dios, el Padre, del cual proceden todas las cosas y por el cual
somos nosotros" (1Co 8, 6).
Para meditar
(Comentario CIC) (C.I.C
2641) "Recitad entre vosotros salmos, himnos y cánticos inspirados; cantad
y salmodiad en vuestro corazón al Señor" (Ef 5, 19; Col 3, 16). Como los
autores inspirados del Nuevo Testamento, las primeras comunidades cristianas
releen el libro de los Salmos cantando en él el Misterio de Cristo. En la
novedad del Espíritu, componen también himnos y cánticos a partir del
acontecimiento inaudito que Dios ha realizado en su Hijo: su encarnación, su
muerte vencedora de la muerte, su resurrección y su ascensión a su derecha (cf.
Flp 2, 6-11; Col 1, 15-20; Ef 5, 14; 1Tm 3, 16; 6, 15-16; 2Tm 2, 11-13). De
esta "maravilla" de toda la Economía de la salvación brota la
doxología, la alabanza a Dios (cf. Ef 1, 3-14; Rm 16, 25-27; Ef 3, 20-21; Judas
24-25).
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