miércoles, 8 de mayo de 2019
Comentario CIC al YouCat Pregunta n. 486 b.
(Respuesta YouCat) Con el lenguaje del cuerpo, los
cristianos ponen su vida ante Dios: Se postran ante Dios. Unen sus manos en la
oración o las extienden (postura del orante). Hacen la genuflexión o se
arrodillan ante el Santísimo Sacramento. Escuchan el Evangelio de pie. Meditan
sentados. La postura de estar de pie ante Dios expresa respeto (uno se pone en
pie cuando entra alguien de más categoría), y al mismo tiempo atención y
disponibilidad (uno está dispuesto a ponerse inmediatamente en camino). Si al
mismo tiempo se extienden las manos para alabar a Dios (postura del orante), se
adopta el gesto original de la alabanza. Sentado ante Dios el cristiano escucha
en su interior, deja resonar la Palabra en su corazón (Le 2,51) y la medita. De
rodillas el hombre se hace pequeño ante la grandeza de Dios. Reconoce su
dependencia de la gracia de Dios. Postrándose el hombre adora a Dios. Juntando
las manos el hombre se recoge frente a la dispersión y se une a Dios. Las manos
enlazadas son también el gesto originario de la petición.
Reflecciones y puntos a profundizar (Comentario CIC) (C.I.C 2632) La petición
cristiana está centrada en el deseo y en la búsqueda
del Reino que viene, conforme a las enseñanzas de Jesús (cf. Mt 6, 10. 33;
Lc 11, 2. 13). Hay una jerarquía en las peticiones: primero el Reino, a
continuación lo que es necesario para acogerlo y para cooperar a su venida.
Esta cooperación con la misión de Cristo y del Espíritu Santo, que es ahora la
de la Iglesia, es objeto de la oración de la comunidad apostólica (cf. Hch 6,
6; 13, 3). Es la oración de Pablo, el apóstol por excelencia, que nos revela
cómo la solicitud divina por todas las Iglesias debe animar la oración
cristiana (cf. Rm 10, 1; Ef 1, 16-23; Flp 1, 9-11; Col 1, 3-6; 4, 3-4. 12). Al
orar, todo bautizado trabaja en la Venida del Reino.
Para meditar
(Comentario CIC) (C.I.C
2631) La petición de perdón es el
primer movimiento de la oración de petición (cf. el publicano: "Oh Dios
ten compasión de este pecador": Lc 18, 13). Es el comienzo de una oración
justa y pura. La humildad confiada nos devuelve a la luz de la comunión con el
Padre y su Hijo Jesucristo, y de los unos con los otros (cf. 1Jn 1, 7-2, 2):
entonces "cuanto pidamos lo recibimos de él" (1Jn 3, 22). Tanto la
celebración de la eucaristía como la oración personal comienzan con la petición
de perdón.
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