miércoles, 24 de abril de 2019
Comentario CIC al YouCat Pregunta n. 477.
(Respuesta YouCat – repeticion) Aprender de
Jesús a orar es entrar en su confianza sin límites, unirse a su oración y ser
conducido por él, paso a paso, hacia el Padre.
Reflecciones y puntos a profundizar (Comentario CIC) (C.I.C 2612) En Jesús "el Reino de
Dios está próximo" (Mc 1, 15), llama a la conversión y a la fe pero
también a la vigilancia. En la
oración, el discípulo espera atento a Aquél que "es y que viene", en
el recuerdo de su primera venida en la humildad de la carne, y en la esperanza
de su segundo advenimiento en la gloria (cf. Mc 13; Lc 21, 34-36). En comunión
con su Maestro, la oración de los discípulos es un combate, y velando en la
oración es como no se cae en la tentación (cf. Lc 22, 40. 46).
Para meditar
(Comentario
YouCat) Los discípulos, que vivían en comunión con Jesús, aprendieron a orar
escuchando e imitando a Jesús, cuya vida era toda ella oración. Tal como él,
ellos tenían que estar vigilantes, luchar por tener un corazón puro, dar todo
para que llegue el reino de Dios, perdonar a sus enemigos, confiar en Dios
hasta la osadía y poner por encima de todo el amor a Dios. En este ejemplo de
entrega, Jesús invitó a sus discípulos a llamar al Dios omnipotente «Abbá,
papá». Si oramos en el espíritu de Jesús, especialmente el Padrenuestro,
seguimos los pasos de Jesús y podemos estar seguros de que llegamos
infaliblemente al corazón del Padre.
(Comentario CIC) (C.I.C
2613) San Lucas nos ha trasmitido tres parábolas
principales sobre la oración: La primera, "el amigo importuno" (cf.
Lc 11, 5-13), invita a una oración insistente: "Llamad y se os
abrirá". Al que ora así, el Padre del cielo "le dará todo lo que
necesite", y sobre todo el Espíritu Santo que contiene todos los dones. La
segunda, "la viuda importuna" (cf. Lc 18, 1-8), está centrada en una
de las cualidades de la oración: es necesario orar siempre, sin cansarse, con
la paciencia de la fe. "Pero,
cuando el Hijo del hombre venga, ¿encontrará fe sobre la tierra?" La
tercera parábola, "el fariseo y el publicano" (cf. Lc 18, 9-14), se
refiere a la humildad del corazón que
ora. "Oh Dios, ten compasión de mí que soy pecador". La Iglesia no
cesa de hacer suya esta oración: "¡Kyrie
eleison!".
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